viernes, 1 de marzo de 2013

Cómo aguantar un berrinche sin morir en el intento

LA REBELDÍA
La edad de la rebeldía empieza a los 2-3 años y se mantiene, aunque de forma cada vez más suave, hasta la incorporación al colegio.
El niño es cada vez mas independiente y también quiere imponer sus intereses; por este motivo reacciona con rebeldía a las prohibiciones de los padres.
La rebeldía es una parte importante del crecimiento y señal de que el niño se desarrolla con normalidad. Por esta razón, no se deberían reprimir los berrinches por la fuerza, sino en todo caso, intentar controlarlos con habilidad, por agotador que pueda resultar.
En la lucha por su independencia, el niño considera que el comportamiento de los adultos se dirige en su contra (Ej. no le compras el caramelo que quiere o no le dejas que se ponga el vestido que le gusta).
Los adultos sabemos porqué formulamos deseos y prohibiciones, pero el niño no. ("Deseaba tanto esos caramelos que no entiendo porque mamá es tan mala", se siente incomprendido).
El berrinche, cuando está en marcha es irreversible, ya no se puede detener (no ve, no oye, nada). Gritarle en ese momento solo lleva a que el niño llore más fuerte y rechace todo lo que se le ofrezca, aunque sea el objeto que provocó el berrinche.
Es importante reaccionar ante los berrinches igual en cualquier sitio que se produzcan, ya sea en casa, en el supermercado, en casa de algún familiar o amigo,...
QUÉ LO CAUSA
  • Cansancio y estrés: Los niños, al igual que los adultos, reaccionan con cierta irritación cuando están agotados. El más pequeño detalle desencadena el berrinche. Mandarle a la cama, por ejemplo, sin cenar no es una buena solución en este momento, porque puede pensar que se le expulsa del círculo familiar por su mal comportamiento.  Una mejor solución es dejarle que se tranquilice poco a poco, y cuando se vaya dejando llevar, acompañarle a la cama y contadle un cuento.
  • Las mañanas: Sería conveniente poder tomarse un tiempo por las mañanas para dedicarle al niño. Saluda al niño con cariño al despertar y juega con el mientras hacéis al rutinas de todas las mañanas. Sin duda será un esfuerzo para ti porque te tocará levantarte algo más temprano para tener todas tus cosas preparadas y poder dedicarle todo el tiempo a él, pero merece la pena, pues te ahorrarás el berrinche, el llanto, su falta de colaboración.
  • Advertir las señales: Algunas señales amenazadoras, como una voz llorosa o una reacción brusca, presagian la tormenta. Intenta que el niño piense en otras cosas: cuéntale un cuento, un chiste. Tómale y llévatelo a otra habitación, dale un vuelta por el parque o por la calle.
  • Los niños no tienen ni idea de que objetos son valiosos de entre todos los que pueden encontrarse en tu casa. Por ello, para evitar problemas, aparta o tapa todos aquellos objetos delicados que quieras conservar.
  • Ceder en algunas cosas poco importantes evita muchos disgustos.
  • Tiempo de juego: Para los niños es muy importante el juego y no pueden soportar que entremos en la habitación y les digamos que lo dejen porque hay que irse. Una alternativa más adecuada es planificarse, por ejemplo, ponerle un despertar o reloj con alarma con el tiempo de juego y decidle que cuando suene la alarma tiene que recoger para marcharse a comprar o a donde sea. Ellos no pueden hacer una estimación del tiempo, así que no sirve de nada decirle que tiene 10 minutos para jugar, pero si en lugar de eso le ponemos el despertador, el sabe que se tiene que organizar para aprovechar ese tiempo.  Es importante que le dejes un tiempo adecuado para jugar.
  • Elegir no es fácil: Dar a elegir a los niños pequeños entre diversas opciones a menudo es exigirles demasiado: para ellos es difícil decidirse por una u otra opción, ya que ellos van a preferir tenerlo y hacerlo todo. Cuando todavía no tienen noción del tiempo, no les consuela una indicación como "esto lo puedes hacer luego", porque no se pueden imaginar qué es "luego". Por esta razón, evita dar a elegir entre diversas opciones a tu hijo, si no que puedes ofrecerle hacer una cosa tras de otra. Pero en alguna ocasión debes dejarle decidir, algo que puede conllevar tiempo, así que en ese momento ármese de paciencia y no olvides que tienes que estar dispuesto a aceptar su decisión.
  • Mando yo: Aunque el niño tenga un berrinche y tú también estés furioso, no debes comenzar a luchar con él por el poder, poniéndote a la altura del niño, ya que debilitas tu posición. En cuando el niño se da cuenta de que puede lograr algo con un berrinche es consciente de su poder y exige cada vez más. Aunque te cueste reacciona con calma e intenta no gritar al niño o llevarle a la fuerza "por el buen camino". Deja claro a tu hijo que no estás de acuerdo con su comportamiento, pero muestra también que le sigues queriendo a pesar de todo. No debes olvidar en ningún momento que el niño no quiere herirte con su comportamiento rebelde ni tampoco piensa en las consecuencias de sus acciones. Con amenazas del tipo: "como no vengas inmediatamente, mamá ya no va a quererte más", provocas temores existenciales en tu hijo. Él no puede valorar la seriedad de tu amenaza. Debes evitar también las ofensas e insultos, ya que puede dañar su autoestima posterior. Es más aconsejable hablar sobre las reacciones que te provoca a ti, como por ejemplo: "me voy a enfadar mucho si no vienes".
  • Mantener las promesas: Sólo debes hacer a tu hijo aquellas promesas que sabes con seguridad que podrás cumplir. Con promesas incumplidas rompes la relación de confianza.
  • Ser consecuente: Antes de proferir una amenaza de castigo, piensa si vas a poder mantenerla y llevar a cabo. Una amenaza del tipo: "si no dejas ahora mismo la pelota, te la quitaré y no te la devolveré nunca más" es con seguridad, imposible de cumplir. Dos horas más tarde la discusión estará olvidada y le devolverás la pelota. El niño entonces se hace una idea equivocada de lo que significa "nunca más" y piensa que será "pronto". Sólo si te mantienes firme, el niño entenderá, con el tiempo, que tiene que tomarte en serio.
  • Papá también lo hace:  Los padres no deben hacer aquello que prohíben a sus hijos, ya que el niño aprende y sobre todo imita los modelos recibidos. Es importante observar el propio comportamiento ante los conflictos (si reacciona con una irritación desmesurada en situaciones tensas, si empiezas en seguida a levantar el tono de voz cuando algo no es de tu agrado, si das portazos cuando no puedes más,...) si es así, no te sorprenda que también tu hijo quiera imponer sus deseos mediante una actitud agresiva. Mientras que, cuanto más razonable sea tu forma de reaccionar en situaciones conflictivas, tanto más lo hará tu hijo. También es importante que cumplas las reglas que tú mismo has establecido. Si esperas que tu hijo sea sincero, pero le mandas decir a alguien de la casa que no estás en casa para no hablar por teléfono con alguien en ese momento, el niño aprende que eso de cumplir las reglas es relativo. Imitará tu modelo, y de vez en cuando no dirá estrictamente la verdad. Si algunas reglas sólo son válidas para los niños, tienes que dejarlo claro desde el principio.
  • La unión hace la fuerza: No permitas que utilice a tu pareja contra ti. Es importante que os pongáis de acuerdo sobre el estilo de educación y decidáis que es lo que el niño puede hacer o no. Las diferencias de opinión no se deben discutir delante del pequeño, ya que en cuanto este nota que los padres no están de acuerdo, sus indicaciones pierden peso. En caso de duda, siempre puedes apoyarse en el otro progenitor (cuando este presente en caso de padres separados).
  • Padres separados: Debes explicar a tu hijo claramente las normas válidas en tu casa. Pero deja también a tu ex-pareja libertad para establecer sus propias reglas, aún cuando no concuerden con tus ideas. Es importante para el niño que trates con respecto al otro progenitor.
  • ¡Haz esto ahora!: Suele ser normal que alrededor del niño siempre haya alguien que sabe lo que le conviene, de manera que nunca puede hacer lo que le parece bien a él. "Ve a buscar un pañuelo""Ordena ya tu habitación o cierra la puerta". Si se dieran este tipo de órdenes a un adulto seguro que se defendería y diría: "Yo decido cuando me sueno la nariz, arreglo la habitación o cierro la puerta". A un niño se le dan este tipo de instrucciones, porque se supone que todavía no lo puede decidir él mismo. Y esto es correcto en muchos casos. No obstante hay que tener cuidado y no caer en la tentación de imponer más cosas a los niños de las que en realidad son necesarias. Por ejemplo, a veces comunicamos a un niño la solución a un problema antes de que este sea consciente de que existe tal problema. Debe someterse a la voluntad de los padres y así tiene la sensación de que sus propias necesidades no son tan importantes o de que su comportamiento no es aceptado. El niño reacciona frecuentemente a esta intervención en su vida con un comportamiento rebelde. La rebeldía no siempre se expresa con alboroto y gritos, si no que el niño puede mostrar resistencia con terquedad y negación silenciosa.
  • Establecer prohibiciones sensatas: Es aconsejable acercarles conscientemente a situaciones peligrosas y enseñarles cómo abordarlas. Por ejemplo, si el niño está empeñado en comerse ya el arroz blanco, recién sacado de la cazuela y quemando, no bastará con decirle, "¡espera, no toques eso todavía!". Una prohibición no le enseña por sí sola que lo que pretendía hacer es peligroso. Es mejor tomar la mano del niño, acercarla al plato de arroz y decirle "esto está caliente todavía, mira que calor sientes en la manita y mira el humo que sale del plato. Eso es porque está muy caliente y te puedes quemar la boca. Mira el plato, y cuando salga menos humo, vuelves a acercar la mano, cuando ya no sientas tanto calor, coge un poco de arroz con el tenedor y soplando primero, luego te lo llevas a la punta de la boca y pruebas a ver si quema o no, pero con cuidado". De esta manera el niño aprende que tiene que tener cuidado con las comidas que transmiten calor y sueltan humo y de paso, que los padres no le prohíben las cosas sin motivo.
  • Evitar el alud de prohibiciones: Las prohibiciones tienen que tener sentido y ser comprensibles para el niño. Cuantas más prohibiciones absurdas haya en la familia, también más topará el niño con ellas y tanto mayor será la posibilidad de que se produzcan comportamientos rebeldes. Las prohibiciones crean también estímulos, y el niño se siente provocado a hacer a escondidas lo no permitido. Por otra parte, un exceso de limitaciones produce una inseguridad cada vez mayor en el niño y al cabo de un tiempo no se atreverá a hacer nada. Un niño reconoce y acepta las prohibiciones importantes sólo cuando no es bombardeado todo el día con ellas. Por ese motivo, los padres tienen que revisar su catálogo de normas y prohibiciones regularmente y cuestionarse cuáles son todavía importantes y de cuáles se puede prescindir en el futuro.
  • ¿Por qué no puedo hacer esto?:
    • No puedes hacer esto porque es demasiado peligroso: Si un niño no respeta prohibiciones del tipo (cruzar la calle, subir al alféizar de la ventana,...), hay que mantenerse firme y actuar en consecuencia, aunque chille y alborote. Con el tiempo aprenderá a distinguir lo que es peligroso de lo que no lo es.
    • No puedes hacer esto porque algo se romperá: Es importante que el niño aprenda que las cosas tienen un valor determinado.
    • No puedes hacer esto porque no me parece bien: Tienes que ser consecuente con tus reglas y prohibiciones aunque a tu hijo le parezca una tontería.
  • Convencer en vez de prohibir: Los padres no siempre necesitan recurrir a las prohibiciones como arma infalible para imponer su voluntad. Quizás logres convencer más a su hijo con argumentos que con prohibiciones y de paso, evitas comportamiento rebeldes. El éxito del aprendizaje es considerablemente más elevado si se da al niño la oportunidad de adquirir sus propias experiencias.
  • Estímulos materiales: Son eficaces en ocasiones, pero hay que tener cuidado, porque los niños se acostumbran con mucha rapidez a reclamar pagos anticipados por comportamientos positivos, por lo que deberías utilizar este tipo de chantajes solamente en aquellos casos excepcionales. El niño no ha de tener la sensación de que puede exigir una recompensa  por portarse bien. De todas maneras, a los niños muy pequeños le resulta harto complicado resistir hasta que llegue el momento del premio. Para evitar un berrinche necesitan, en todo caso, un estímulo inmediato.
  • ¡Tómame en serio!: Muchos padres no toman a sus hijos en serio. Los adultos creen que su trabajo es más importante que los juegos con los pequeños y son reacios a compartir su valioso tiempo con el niño. Este sólo puede recurrir a un berrinche para recibir la atención que merece.
  • La educación de los hijos no puede ser secundaria: Actividades como bañarse o vestirse, en las que los niños necesitan una atención especial por parte de lo padres, deberían planificarse cuando se dispone de tiempo suficiente.
  • Una regla general: Mira al niño a los ojos siempre que le quieras comunicar algo importante. Por este motivo, cuando prohíbas algo al niño, debes mirarle directamente a los ojos y reforzar lo dicho tocándolo. Renuncia a sermones y a grandes explicaciones y limítate a lo esencial. Si consideras necesario explicar algo con detalle, hazlo en un momento de tranquilidad. El niño no puede asimilar explicaciones durante o después de un berrinche.
  • Cómo decir las cosas: Los niños no reaccionan solamente ante el contenido de lo que se dice, sino sobre todo ante la manera de decirlo. Por ello, debes expresar las prohibiciones importantes con un tono firme y sosegado. Es desaconsejable subrayar las prohibiciones importantes hablando en voz muy alta (gritos), ya que esto puede conducir a que el niño suponga que tiene que prestarte atención cuando comienzas a gritar, y entonces comenzará a no atender o atender con vacilaciones aquellas prohibiciones que realices con un tono de voz normal. Ejemplo: quizá tenga más éxito una propuesta de este tipo "¿Qué te parece si te lavas las manos para no ensuciar las ilustraciones del libro?" que esta otra: "¡Lávate las manos ahora mismo!".
  • Saber comprender: Tomar en serio a los niños como interlocutores comporta también ponerse en su lugar. Solamente podrás entender algunas de las cosas que diga tu hijo se abandonas tu mundo de adulto y te sumerges en su mundo de niño. De esta manera llegarás a comprender la importancia de problemas aparentemente banales. Los niños muy pequeños dependen en gran medida de tu paciencia. Por lo general, todavía no pueden expresar sus deseos con exactitud y están a expensas del esfuerzo de los adultos por comprenderlos. Con algo de tiempo y tocando diversas posibilidades, se va consiguiendo interpretar el lenguaje de los pequeños. Reglas de oro para escuchar correctamente:
    • Tomate tiempo para tu hijo.
    • Da importancia a las cosas que son fundamentales para él.
    • Acepta a tu hijo como un interlocutor más.
    • Intenta ponerte en el lugar de tu hijo. No escuches solamente, sino que trata de comprenderle.
    • No seas quisquilloso con las palabras de tu hijo.
  • Más sobre los berrinches:
    • Presenta alguna opción: La manera de presentar ésta es decisiva para lograr distraer al niño. Los pequeños deben aprender que no lo pueden tener todo y que de vez en cuando deben renunciar a algo. Por esta razón tendrías que presentar un nuevo juguete como una opción diferente y no como una opción mejor. Por ejemplo, en lugar de decir: "El coche es mucho más bonito que esa bici aburrida", es más aconsejable decir: "He traído también otros juguetes, ¿qué te parece el coche? mira todo lo que se puede hacer con él....".
    • Sobrevivir a los berrinches: Ni siquiera los mejores padres pueden evitar los berrinches de sus hijos. En estos casos hay que intentar soportarlo. Cómo:
      • Ojos que no ven...: Si ya ha comenzado el berrinche, ahora sólo puedes hacer una cosa: esperar con paciencia hasta que se le pase. No le tienes que distraer, sino distraerte tú. Puedes pensar en algo que tengas por hacer, irte a otra habitación, pero antes dile al niño que puede seguirte en cualquier momento que te necesite. Es conveniente que el niño sepa en todo momento que tú estás a su alcance. Salir de la habitación no sólo tranquiliza sus nervios, sino que a veces surte el efecto de que el niño ceja en su berrinche. El niño necesita un marco adecuado, y como le falta público, el berrinche pierde su atractivo. Aunque grite aún más fuerte en un primer momento, en la mayoría de los casos se calma pronto.
      • Es importante no expulsar al niño de la habitación. Frases como "Si no paras inmediatamente, te vas a tu habitación" no solucionan el berrinche, al contrario, el niño hará todavía más escándalo e insistirá en quedarse en la habitación de la que pretenden echarle. Es importante también que el niño cuente siempre con la posibilidad de establecer de nuevo la comunicación contigo después de una rabieta. Por este motivo no es nada conveniente encerrar al niño en pleno berrinche, ya que su rabia puede dirigirse contra objetos o contra sí mismo.
      • Vamos a hablar: Evita hacer reproches generales a tu hijo: es más aconsejable hablar sobre el comportamiento en concreto que te ha molestado. Por ejemplo, "no me ha gustado nada que gritaras tanto esta mañana mientras te estaba vistiendo. La verdad es que me pone muy nervioso que grites de esta manera".
      • Te quiero: Muchos padres con los nervios crispados reaccionan diciendo a sus hijos que por lo que han hecho ya no los quieren. Intentan que el niño vuelva por el buen camino retirándole su afecto. Naturalmente que siguen queriendo a su pequeño rebelde como antes, pero esperan poder enseñarle disciplina con su actitud de rechazo. Mas el niño no comprende las maniobras tácticas de los padres y teme ya no ser querido. Entonces intentará de nuevo llamar la atención de sus padres; quizá con frecuentes berrinches, con pequeños hurtos o con mentiras. También puede suceder que el niño se adapte en modo excesivo, y que pretenda llamar la atención con un comportamiento modélico. Pero incluso si logra con ello ganarse otra vez a los padres, sentirá que es aceptado por sus méritos y no por sí mismo. Como consecuencia, este tipo de niños sufre más tarde de una falta de autoestima y miedo al fracaso. El amor es la base de toda la relación padre - hijo y el elixir vital para el desarrollo del pequeño. Por eso, para un niño, retirarle el cariño es el castigo más duro imaginable. A los pequeños que reciben golpes de sus padres les queda, cuando menos, la sensación de que los padres se enfrentan a ellos. Pero los niños a los que se les niega el afecto se recluyen solos en un mundo que les es hostil.
      • También los padres se equivocan: Nadie es perfecto, tampoco los padres. También tú eres un ser  humano y cometer por ello errores en la educación de tus hijos. Si has tratado a tu hijo injustamente, deberías admitirlo. No temas admitir un error, no pierdes autoridad por ello. Al contrario, tu hijo te empezará a conocer como un ser humano con muchas facetas, con sus puntos fuertes y débiles. Se da cuenta de que es absolutamente normal cometer errores y así puede admitir también con más facilidad los propios.
  • La actividad laboral de los padres: Si el niño pasa gran parte del día sin papá y mamá, debes prestarle especial atención a la vuelta del trabajo. Explícale cómo has pasado el día, para que no se sienta excluido de partes de tu vida y anímale a que te cuente también sus experiencias.
  • Educación antiautoritaria: Los pequeños educados con métodos antiautoritarios no desarrollan menos agresividad, sino más: no perciben la libertad concedida como tal, sino como falta de dedicación. Echan en falta el apoyo de los adultos y los límites que éstos establecen. Con frecuencia se sienten impotentes y abandonados. Si al niño no se le ofrecen unas normas fijas que le sirvan de orientación, las buscará y enfrentará a sus padres con rabietas. Los niños no sobrepasan los límites para romperlos, sino para conocerlos. Así logran una seguridad y la sensación de saber a qué atenerse. Cuanto más pequeño sea el niño, tanto más claros y estrictos deberán ser los límites establecidos.
  • La obstinación es necesaria: Los niños que nunca han sido rebeldes no se han desarrollado con normalidad.
  • Actitud errónea de los padres:
    • Si los padres reprimen con agresividad los berrinches o muestran rechazo hacia el niño, es posible que este se adapte en exceso y que más adelante sea inseguro y padezca de falta de autoestima.
    • Si se deja al niño solo con su berrinche (por ejemplo, encerrado en su habitación hasta que vuelva a ser "bueno"), se le priva de la posibilidad de dirigir su rabia hacia los padres. Esto puede conformar la base de estados anímicos depresivos. El niño dirige su rabia incontrolada contra objetos o contra sí mismo.
    • Si nunca se imponen límites, el niño intenta obtener la atención de sus padres por  medio de berrinches cada vez más intensos. Se vuelve agresivo y surgen dificultades en el trato con los demás.

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