Así, vamos construyendo nuestra propia caja fuerte de pensamientos, nuestro propio repertorio, otorgando mayor o menor importancia a cada uno de ellos, proporcionando a algunos cimientos más fuertes, a otros más débiles, sosteniéndolos, alimentándolos, manteniéndolos como nuestros compañeros durante el tiempo que elijamos.
Durante este proceso creamos cada uno de nosotros, nuestro propio filtro de la realidad, aceptando aquello más acorde a nuestros esquemas y descartando aquello que no se relaciona tanto. Filtramos la realidad acorde a nuestros pensamientos, valores, sentimientos, emociones y necesidades.
¿Cuál es la mejor creencia que podemos tener?
Aquella que nos confirme que nosotros tenemos el mando de nuestras decisiones, y que a través de ellas podemos modificar cualquier pensamiento o estado de nuestra mente. Esto nos permite flexibilidad, saber que aunque tengamos una serie de tendencias más o menos estables, también tenemos la capacidad de elegir, de no ser rígidos, y poder adoptar aquello que nos produzca más beneficios y bienestar.
No importa que un día tenga tonos oscuros, tú tienes la suficiente capacidad como para teñir ese día de colores más claros, tú puedes elegir que pensamiento puede invadirte en ese momento y qué pensamiento puedes desechar.
Por lo tanto para un lograr un cambio, tenemos que comenzar creyendo en ese cambio, sobre todo, en la fuerza, motivación, y poder de nuestra decisión, y en último término, de nuestro pensamiento.
Tenemos que creer en nosotros, en nuestra capacidad potencial de ser y actuar, y tener en cuenta que el pensamiento puede dar sentido a nuestras vidas, pero también tiene la capacidad de arruinárnosla. Así pues, elijamos bien cuál es nuestro repertorio de pensamientos, e incluyamos aquel que nos permita la posibilidad de cambio, en nosotros finalmente se encuentra el mando de nuestras decisiones.
Fuente: Mejor con salud