-¿Qué tal, amigo mío? -preguntó uno de los hombres al otro. -Estoy bien, pero no he podido olvidar todo lo que pasamos, ¿y tú?
-Nunca se olvida una cosa así, pero ya la he superado.
-Yo no. Sigo lleno de odio hacia nuestros carceleros. No hay día que no los odie con toda la fuerza de mi ser.
-¡Oh, amigo mío! Lo malo no es sólo los dos años que estuviste en el campo de concentración, sino los otros diez que has seguido preso.
Extraído:
“El libro de la Serenidad”
Ramiro Calle
Comentario
Cuando el pensamiento es víctima del odio, los celos, la envidia, la malevolencia y la ira, la persona vive en su propio y férreo campo de concentración psicológico. El pensamiento de odio, curiosamente, nos ata a la persona que odiamos, sufrimos por ella, cuando hay cosas realmente esenciales por las que padecer. Es un doble mal negocio: el odio en sí mismo, tan corrosivo psíquicamente, y el sufrimiento que experimentamos justo debido a la persona que odiamos. Representa un considerable avance por la senda hacia la paz interior superar el odio, perdonar las ofensas y heridas, tender puentes de reconciliación y no quedarse prendido en el afán de venganza.
Comentario
Cuando el pensamiento es víctima del odio, los celos, la envidia, la malevolencia y la ira, la persona vive en su propio y férreo campo de concentración psicológico. El pensamiento de odio, curiosamente, nos ata a la persona que odiamos, sufrimos por ella, cuando hay cosas realmente esenciales por las que padecer. Es un doble mal negocio: el odio en sí mismo, tan corrosivo psíquicamente, y el sufrimiento que experimentamos justo debido a la persona que odiamos. Representa un considerable avance por la senda hacia la paz interior superar el odio, perdonar las ofensas y heridas, tender puentes de reconciliación y no quedarse prendido en el afán de venganza.