No logrará nada.
Es nuestra labor como padres siempre ayudar a nuestros hijos a crecer, creer en ellos y alentarlos a subir. ¿Quién debería creer en tu hijo sino tú?
Una madre me transmitió una conversación que su esposo tuvo con su hijo adolescente, después de que él trajo una calificación decepcionante. Además de haber obtenido malas calificaciones en varias materias, su hijo Benjamín, reprobó la clase de español.
“Escucha Benjamín”, dijo su esposo. “Tú reprobaste. Tus calificaciones son pésimas y pienso que deberías dejar la clase de español ahora mismo”.
Su hijo respondió, “Pero, papá, yo realmente lo intenté. Quiero aprender español. Déjame intentarlo una vez más”.
“¿Para qué? ¿Para que repruebes nuevamente? Solamente terminarás mostrándonos a mamá y a mí justamente lo que no puedes hacer. ¿Cuál es el punto?”.
Desalentado, Benjamín bajó la cara mientras sus mejillas se ponían muy rojas.
“Pruébame que estoy equivocado, Benjamín, ¡pruébame que estoy equivocado!”, gritó su esposo mientras él se apresuraba a salir de la habitación.
Después de que ella relató su experiencia, yo hablé con la madre acerca de lo ocurrido.
“Dile a tu esposo”, le dije, “que en vez de decir 'Benjamín, pruébame que estoy equivocado', debería decir, 'Benjamín, ¡pruébame que tengo razón! Yo se que tú puedes hacerlo mejor. Yo creo en ti. ¡Pruébame que tengo razón!'”.
Nuestros sabios enseñan que nuestras palabras pueden construir y destruir. Las palabras y las expresiones negativas nos dejan sin esperanza. El único lugar para ir es “hacia abajo”.
Las palabras positivas, por otro lado, les ofrecen a nuestros hijos un camino ascendente por el cual ellos pueden trepar.
Incluso en la Torá, Dios fue cuidadoso de utilizar un lenguaje positivo. Cuando describe el sentimiento de soledad que Adam tenía antes de la creación de Eva, Dios podría haber dicho, “Es realmente malo que Adam esté solo”. En vez de eso, Él dijo “No es bueno que el hombre esté solo”.
Tomemos el consejo de la Torá. Cuando nos comunicamos con nuestros hijos debemos intentar expresarnos utilizando un lenguaje positivo. Esto puede hacerse incluso cuando estamos disciplinando a nuestros hijos.
Por ejemplo, en vez de decir: “¡No puedo creer lo que hiciste! ¡Siempre estás peleando con tu hermana!”. Intenta decir: “Yo se que puedes llevarte mucho mejor con tu hermana”.
En vez de: “¡Nunca había visto tanto desorden! ¡Tu habitación es un desastre!”. Intenta decir: “Tú puedes ser más limpio y ordenado. Tu habitación necesita ser ordenada”.
Al final de una sesión sobre educación de los hijos que di, Daniela, madre de tres niños se acercó a mí. “Me di cuenta de algo hoy. He estado llamando a mi hijo de seis años 'lento' durante los últimos años. Él se despierta por la mañana y le toma muchísimo tiempo alistarse. Me da vergüenza admitir que incluso lo he llamado 'tortuga'. Hoy decidí que voy a hacer un cambio. Voy a intentar utilizar palabras positivas con él”.
Después de la clase siguiente, Daniela me dijo que no podía creer el cambio que ocurrió luego de su nueva actitud. En vez de arrastrar sus pies, él intenta ser el primero en estar listo por la mañana. Una noche, antes de acostarse, le dio un beso a su mami y le susurró en la oreja, “Mami, gracias por no llamarme más tortuga”.
Intentemos darles a nuestros hijos ideales por los que aspirar en vez de cavar hoyos en los que puedan descender. Cada día tenemos innumerables oportunidades para ayudar a nuestros hijos a crecer, para creer en ellos y ayudarlos a llegar más alto.
Slovie Jungreis-Wolff