La importancia del tiempo compartido con nuestros hijos está en el aprovechamiento del mismo haciendo algo con ellos, no necesariamente en estar todo el día con ellos. Muchas veces se está en el cuerpo pero la mente puede estar en otro lado o se puede estar frustradas por no lograr nuestras metas personales y profesionales, a la cuales también tenemos derecho a aspirar.
Por eso, aquí las invito a aplicar algunas formas de cómo optimizar el espacio que vamos a programar para llevar a cabo ese "tiempo especial con cada hijo":
Debe incluir elementos como el dedicarse contacto visual que muestre sincero interés. Hay evidencias de que muchos padres emplean el contacto visual casi solo cuando van a disciplinarlo o darle instrucciones, pero olvidan que también los hijos necesitan reafirmación personal y expresión de aceptación y amor a través de la mirada de sus padres.
Otra forma de sacarle el partido al tiempo compartido con nuestros hijos es enseñándoles una destreza. Por ejemplo: lavar el carro, una receta de cocina, compartir un deporte y entrenar juntos. Cuando se enseña, por ejemplo, cuáles son los ingredientes de la receta y a integrarlos se tiene una oportunidad de hablar de otros temas más profundos.
Los niños abren su corazón fácilmente si nosotros extendemos nuestra confianza a ellos contándoles algo de nuestra vida cuando éramos niños o adolescentes. Ellos verdaderamente disfrutan de imaginar cómo era el ambiente del tiempo en que crecimos, cómo fueron nuestros padres y hasta nuestras travesuras. La comunicación de esta forma le envía un mensaje al niño de que confiamos en él y, como consecuencia, el hará lo mismo, nos tendrá confianza de contarnos sus experiencias. Es algo así como "dando y dando".
Con los niños pequeños se pueden utilizar los cuentos para conversar, pues a través de los personajes ellos se ponen en situación y dicen: "A mí me pasa lo mismo que al conejo que estaba muy enojado", por ejemplo. Éste es el momento que tenemos para hablar de la palabra enojo, cómo encausarlo, cuáles son los pensamientos que trae la palabra enojo y así poder desahogarse a nuestro lado y recibir comprensión y orientación. Cuando los padres aprovechan estos años de infancia para compartir historias y cuentos están estableciendo un fuerte cimiento de comunicación que les ahorrará muchos de los problemas por los que pasan algunos jóvenes que no saben qué hacer con sus emociones y pensamientos, y por lo que optan por decisiones que no convienen.
Como mamás, es recomendable establecer prioridades y hacer una separación entre lo que es urgente e importante, sin dejar de vista que es importante que nosotras, como mujeres, nos sintamos realizadas en lo que hacemos en nuestra vida personal y profesional. Una mamá feliz es una mamá que va a compartir tiempo de calidad con sus hijos y que no estará cobrándoles facturas emocionales de todo lo que ha sacrificado por ellos. Esto genera admiración, buen ejemplo y salud mental en nuestros hijos y en nosotras mismas.
Recordemos que lo más probable es que lo que hoy es urgente para nosotras en el futuro no sea lo importante, mientras que siempre será importante el tiempo que compartamos e invirtamos en nuestros hijos.
Claudia Cuyún
Psicología Familiar y de Adolescentes
Terapeuta en Audición y Lenguaje
Licda. Psicología Clínica
El tiempo, irrecuperable e invaluable, es el recurso más valioso que tenemos los seres humanos y es el mejor regalo que podemos dar a los que amamos y, por supuesto, entre ellos están nuestros hijos. Dedicar tiempo a nuestros hijos nos llena de alegría y de una satisfacción interna que no se puede comparar con nada; no solo nos nutrimos de su frescura y naturalidad de ver la vida sino tenemos la oportunidad de construir vínculos afectivos profundos que los acompañarán en su camino.
Como parte de las recomendaciones en el asesoramiento educativo familiar, he indicado a todos los padres de familia que han llegado a consulta que dediquen un tiempo especial a cada hijo por separado y también un tiempo con todos los hijos. Estudios evidencian que una de las mayores quejas de los niños es, en la infancia, que sus padres no juegan con ellos y, en la adolescencia, aunque quieren libertad, también continúan quejándose del poco tiempo con sus padres; además de que los padres no manifiesten interés en lo que ellos disfrutan.
Personalmente el tiempo especial lo empecé a experimentar y a aplicar con mis propios hijos a una edad muy temprana de su vida, 3 y 5 años.
En ese tiempo vivíamos cerca de un pequeño centro comercial, en el que había un cine y en el recorrido hacia el cine había una tienda de mascotas que a ellos les gustaba mucho. Recuerdo que llevábamos una mochila con pedazos de manzana verde que había preparado, una bolsita de pasas, un chocolate y agua pura. Ése era nuestro ¡Día Especial! La verdad, no necesitábamos mucho dinero para pasar esta tarde tan alegre, incluso nos íbamos a pie.
Actualmente continuamos haciendo un tiempo especial, porque es una forma de seguir nuestra vida juntos, aun cuando cada uno tiene responsabilidades propias, disfrutamos la compañía el uno del otro y la buena conversación. Por ejemplo, recientemente tuve un tiempo especial con mi hijo mayor y me sorprendí de la fuerza y destreza que tiene al escalar paredes, un nuevo deporte que yo no conocía. De tal manera que sigo disfrutando de explorar y conocer el mundo actual a través de ellos, continuo descubriendo sus intereses, aprovechamos para conversar y eso nos hace ser unidos, apoyarnos, reírnos y hacer familia como debe ser. No importa cuántos miembros somos en la familia, ni dónde estemos, todos sabemos que nos tenemos y que nuestro vinculo afectivo es fuerte, estable e inquebrantable.
Sin embargo, como la mayoría de madres, he trabajado fuera del hogar y eso me ha generado ese sentimiento de culpa y he pensado: Tiempo con mis hijos versus trabajo, ¿qué hago? Una lucha interna que me inquietaba y me hacía dudar de estar haciendo lo mejor y de los vacíos que esto podría dejar durante su crecimiento.
Como mujeres en nuestro rol de madres somos por naturaleza dadoras. Por eso, hemos creído que somos responsables de la felicidad como de los fracasos de cada uno de los miembros de nuestra familia, cuando, en realidad, nuestra tarea se basa en formar con amor y disciplina sólidos valores, y priorizar lo que es determinante en nuestra vida familiar. Además, no se trata de sobreprotegerlos sino de enseñarles autocuidado y juicio crítico, y confiar en que, si lo hemos hecho en la infancia, podrán hacer uso correcto de su propia libertad.
Claudia Cuyún
Psicología Familiar y de Adolescentes
Terapeuta en Audición y Lenguaje
Licda. Psicología Clínica