El tiempo, irrecuperable e invaluable, es el recurso más valioso que tenemos los seres humanos y es el mejor regalo que podemos dar a los que amamos y, por supuesto, entre ellos están nuestros hijos. Dedicar tiempo a nuestros hijos nos llena de alegría y de una satisfacción interna que no se puede comparar con nada; no solo nos nutrimos de su frescura y naturalidad de ver la vida sino tenemos la oportunidad de construir vínculos afectivos profundos que los acompañarán en su camino.
Como parte de las recomendaciones en el asesoramiento educativo familiar, he indicado a todos los padres de familia que han llegado a consulta que dediquen un tiempo especial a cada hijo por separado y también un tiempo con todos los hijos. Estudios evidencian que una de las mayores quejas de los niños es, en la infancia, que sus padres no juegan con ellos y, en la adolescencia, aunque quieren libertad, también continúan quejándose del poco tiempo con sus padres; además de que los padres no manifiesten interés en lo que ellos disfrutan.
Personalmente el tiempo especial lo empecé a experimentar y a aplicar con mis propios hijos a una edad muy temprana de su vida, 3 y 5 años.
En ese tiempo vivíamos cerca de un pequeño centro comercial, en el que había un cine y en el recorrido hacia el cine había una tienda de mascotas que a ellos les gustaba mucho. Recuerdo que llevábamos una mochila con pedazos de manzana verde que había preparado, una bolsita de pasas, un chocolate y agua pura. Ése era nuestro ¡Día Especial! La verdad, no necesitábamos mucho dinero para pasar esta tarde tan alegre, incluso nos íbamos a pie.
Actualmente continuamos haciendo un tiempo especial, porque es una forma de seguir nuestra vida juntos, aun cuando cada uno tiene responsabilidades propias, disfrutamos la compañía el uno del otro y la buena conversación. Por ejemplo, recientemente tuve un tiempo especial con mi hijo mayor y me sorprendí de la fuerza y destreza que tiene al escalar paredes, un nuevo deporte que yo no conocía. De tal manera que sigo disfrutando de explorar y conocer el mundo actual a través de ellos, continuo descubriendo sus intereses, aprovechamos para conversar y eso nos hace ser unidos, apoyarnos, reírnos y hacer familia como debe ser. No importa cuántos miembros somos en la familia, ni dónde estemos, todos sabemos que nos tenemos y que nuestro vinculo afectivo es fuerte, estable e inquebrantable.
Sin embargo, como la mayoría de madres, he trabajado fuera del hogar y eso me ha generado ese sentimiento de culpa y he pensado: Tiempo con mis hijos versus trabajo, ¿qué hago? Una lucha interna que me inquietaba y me hacía dudar de estar haciendo lo mejor y de los vacíos que esto podría dejar durante su crecimiento.
Como mujeres en nuestro rol de madres somos por naturaleza dadoras. Por eso, hemos creído que somos responsables de la felicidad como de los fracasos de cada uno de los miembros de nuestra familia, cuando, en realidad, nuestra tarea se basa en formar con amor y disciplina sólidos valores, y priorizar lo que es determinante en nuestra vida familiar. Además, no se trata de sobreprotegerlos sino de enseñarles autocuidado y juicio crítico, y confiar en que, si lo hemos hecho en la infancia, podrán hacer uso correcto de su propia libertad.
Claudia Cuyún
Psicología Familiar y de Adolescentes
Terapeuta en Audición y Lenguaje
Licda. Psicología Clínica
Y en este hermoso planeta nos toco vivir y transformar sueños en realidades, podemos actuar de diferente forma. Seamos diferentes, hagamos la diferencia, con nuestra familia, amigos, compañeros; es tiempo de un cambio: seamos humanos de nuevo Sean bienvenidos a este blog. Les mando un abrazo de oso.
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