Nadie triunfa por casualidad. Cada hombre exitoso posee una filosofía de vida que lo lleva a tomar decisiones correctas en los momentos precisos.
Mañana sólo vas a cosechar aquello por lo que te partiste el alma hoy.
Sólo los de mente arcaica piden limosna; son inútiles, aunque tengan veinte años de edad. Pero tú eres joven mentalmente. Tú puedes lograr tus sueños.
Comienza a hacer lo que te corresponde, hoy mismo. Haz que tu mejor esfuerzo se convierta en tu mejor plegaria.
Tienes inteligencia, voluntad, conciencia; todos los elementos para triunfar. Si no logras tus anhelos es que no pagaste el precio.
¡Actúa! ¡Deja de suspirar y hacerte el mártir! ¡Si no triunfas, es porque no quieres! No inventes excusas. Sal al campo de batalla. Hazte oír, hazte valer.
Si no crees en ti, nadie lo hará; si no levantas la mano por temor a la crítica, podrías morirte y nadie te echaría de menos.
¡Lucha! ¡Incluso un poeta luchador es mejor que un poeta aislado! El hombre que se dice intelectual y se retira permanentemente, en realidad es un perezoso.
Los seres ordinarios tienen pereza de pagar el precio. Quieren llegar a la cima sin prepararse ni moverse.
Los mediocres ven al triunfador y lo minimizan, pero no se dan cuenta de que el triunfador ha dado la vida por sus anhelos.
Las ideas te hacen libre o esclavo. De ideas positivas te sostienes para salir del fango, como si fueran ramas de un árbol que se inclinan hacia ti.
La medicina para superar tropiezos es esforzarse, cambiar de actitud, lograr una nueva mentalidad y un incremento en tu autoestima.
¿Estás abatido? El árbol podrido en que te refugiabas fue tragado por el pantano; caíste al fango y has permanecido en él. Sacúdete el lodo, ten el coraje, la fuerza y la fe para mover tus alas anquilosadas hasta que logres elevar el vuelo rumbo al bosque fértil que te está esperando.
No importa lo que se haya vivido, no importan los errores que se hayan cometido, no importan las oportunidades que se hayan dejado pasar, no importa la edad; siempre estamos a tiempo para decir “basta”, para oír el llamado que tenemos de buscar la perfección, para sacudirnos el cieno y volar muy alto y muy lejos del pantano.
Carlos Cuauhtémoc Sánchez
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