Nadie puede obligarte a pensar sobre un determinado asunto o de determinada manera. Nadie puede entrometerse con tus pensamientos. Salvo los casos especiales de técnicas psicológicas como el lavado de cerebro o el hipnotismo, tú decides sobre qué y cómo prefieres pensar.
Los sentimientos no aparecen por sí solos; son provocados por objetos o hechos que te llegan a través de percepciones, ya sea desde el exterior o desde tu interior. Tú percibes algo que ocurre dentro o fuera de ti, o algún objeto del mundo que te rodea. Esa percepción provoca un pensamiento que a su vez provoca un sentimiento. Esta es la cadena que debes tener presente si quieres controlar tus sentimientos.
Nadie está permanentemente alegre o triste o enojado; los sentimientos van y vienen aunque en ciertas personas algunos ocurran con más frecuencia que otros. Hay personas que están tristes la mayor parte del tiempo y otras en cambio están contentas. Pero no hay nadie, por más alegre que sea, que esté todo el tiempo alegre.
No hay tristeza ni felicidad que dure eternamente: los sentimientos se alternan con mayor o menor rapidez, y así hay algunas personas en que duran más y otras en que duran menos.
Cuando pensamos que algo puede influir positivamente o negativamente en una necesidad, sentimos algo.
Si no quieres estar sujeto a ser como un títere emocional al cual los demás hacen sentir alegre o triste tirando de la cuerda adecuada, lo que tienes que hacer es negar a las demás personas el poder de influir en la satisfacción de tus necesidades.
Este poder es el que les concedemos a través del pensamiento. La interpretación que hacemos de las acciones de los otros es lo que provoca los sentimientos que experimentamos. Por ejemplo, si alguien falta a una cita, pensamos que esa persona no nos aprecia y nos sentimos tristes, cuando a lo mejor existe otra causa.
Fuente: EPYA
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