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lunes, 7 de marzo de 2016

Día internacional de la mujer 2016 por Merlina Meiler

El 8 de marzo se celebra el Día internacional de la mujer, para conmemorar, según Wikipedia, “la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona”.

Hay mucho camino por recorrer aún, ya que no estamos equiparados al 100 % en muchos terrenos. Ha habido grandes avances pero todavía falta para que hombres y mujeres seamos medidos con la misma vara y considerados a la par en todos los ámbitos.

Me parece importante recalcar algunos de los logros importantes que hemos cosechado a través de los años, ya que obtuvimos derechos que durante siglos nos estuvieron vedados. En la mayoría de los países civilizados, las mujeres:

Podemos ELEGIR: qué estudiar, con quién casarnos, a qué edad tener hijos, a quién votar, qué elección sexual tomar, qué religión practicar.

Podemos CREAR: dedicarnos a lo que deseemos sin que nos censuren por nuestro género, y que nuestras ideas sean escuchadas.

Podemos TRABAJAR: aunque todavía no ganemos lo mismo que los hombres en los mismos puestos, nuestro espectro laboral ya no sólo se circunscribe a las tareas consideradas “femeninas”, sino que podemos incursionar en lo que queramos y para lo que nos preparemos.

Podemos SOÑAR: ahora, nuestros sueños no ven los límites que tuvieron en otras épocas, y además cada vez tienen más posibilidades de convertirse en realidad.

Aunque creo que no estamos en las mismas condiciones que los hombres, sí hemos llegado a algunas metas que para nuestras abuelas, por ejemplo, eran impensadas. Sé que en muchos lugares del mundo, aún no están dadas las condiciones para gozar de la libertad y de las oportunidades merecidas. Es cuestión de tiempo, de tesón y de apoyo global (tanto de hombres como de mujeres) para que sigamos accediendo a una mejor calidad de vida.

¿A tu criterio, cuál es el logro más importante que las mujeres hemos alcanzado? ¿Los hombres están de acuerdo con estos cambios?



domingo, 9 de febrero de 2014

La monogamia, ¿está en crisis? por Merlina Meiler

En momentos en que la familia tradicional (según el concepto acuñado durante siglos) está dejando paso a diferentes opciones y posibilidades, muchas personas consideran que la monogamia (léase – fidelidad) es un valor en vías de extinción.

Este es un interesante artículo escrito por Any Krieger, que aborda el tema desde la perspectiva de los cambios acaecidos en el rol de la mujer en la sociedad.

La monogamia, tal cual se concibe en Occidente y dentro del marco de la familia judeocristiana, está en plena transformación. Y hay ciertas cuestiones que pueden estar provocando esta situación, pensando que el hombre ya no representa una fortaleza, ya no es el que nos rescataba como en las novelas de caballería tomándonos desde las axilas y llevándonos al galope. ¿Qué ocurre hoy o desde hace 40 años? El hombre ya no tiene la misma fuerza social. Las mujeres, en cambio, han acumulado a través de “destapes” o de la llamada liberación sexual, un lugar menos elegante para el hombre en este nuevo dominio, ya no se ubican detrás de él. ¿Es un cambio suficiente?

El feminismo parece haber descubierto en estas situaciones del hombre una debilidad que la mujer incorporó como un acto nunca sucedido en la historia de los vínculos. Aprovechó esta circunstancia para pensarse en términos de igualdad y en una competencia bastante cruel. El desencuentro está, más que en un nuevo lugar, en una pérdida de la continuidad de la autoridad familiar.

Si examinamos la palabra “mujer” en la actualidad, sin la dirección ordenadora del hombre, podemos observar una modificación. Hoy, su representación textual ha pasado de “la mujer de” a “soy una mujer”, dentro de las relaciones interpersonales donde actúan las diferentes versiones de la sexualidad. Este hecho ha producido un movimiento en la estructura vincular histórica monogámica. Simone de Beauvoir recorre el comienzo fuerte del feminismo en los ’60, cuando los hombres empezaron a temer perder su rol de jefe en las relaciones.

Hoy, como psicoanalista, no puedo precisar si la sexualidad es una liberación o es un nuevo encuentro. No hay duda de que estamos viviendo en una libertad sin límites. Las relaciones han perdido su lógica y se sitúan en métodos menos fieles, tratando de encontrar un interés completamente funcional; y los nuevos trueques que han surgido en estas relaciones de pareja han producido una transformación en los vínculos amorosos actuales.

Las nuevas costumbres sexuales parecen decididamente estar ubicadas en las páginas de Internet. Aún más: hay un pasaje de la vida más íntima a una escena virtual viralizada al quedar registrada en la pantalla.

Me pregunto: ¿los modos sexuales tienen que ver con la época histórica y política? Está claro que hemos perdido esa construcción social del matrimonio y de cómo una dama debía prepararse desde pequeña para participar como mujer de un hombre, en la vida adulta. La represión en el mecanismo sexual era lo que fundaba la conducta social y sus consecuencias en las relaciones humanas, signada por relaciones sexuales permitidas y desviadas. Hoy esto ha caído como el Muro de Berlín, y nos encontramos con las nuevas sexualidades. El proyecto sexual actual está fuertemente vinculado al deseo, razón fundante del nuevo escenario que habitamos.

Tal vez no se trata de reencontrar una respuesta, pues no hay ni una ni dos. El problema es que la falta de respuestas provoque cierto enfrentamiento o un fuerte descreimiento. Es una fase en la vida humana muy compleja, entre lo anterior y lo que vivimos. Nos hallamos en un problema o, para decirlo mejor, en uno de los momentos más difíciles para encontrar el porqué de los hábitos actuales del hombre y su proyecto sexual, por momentos novedoso, por momentos aburrido, pero siempre sugerente.