viernes, 25 de abril de 2014

El duelo: No le temas, ¡vívelo! (Parte 1)

Vivir un duelo es darle el lugar de importancia que merece aquello que vivimos y perdimos. Es decir, la tristeza, el enojo, el dolor, la angustia y todo aquello que sentimos tiene que ver con el nivel de importancia que esa persona que se fue, tuvo para nosotros. Por lo tanto, está bien llorar a quien se fue. ¡No te contengas! Es ofrecerle un tributo a esa persona por lo que significó para ti y, a la vez, prepararte para lo que sabes que tu vida será de ahora en adelante que ya no está.

Vienen cambios importantes en tu vida (a veces desde la residencia, los horarios, el ingreso económico...), la forma de vivir en general puede verse alterada; por lo tanto, es importantísimo y necesario vivir el duelo para luego estar listo para enfrentar lo que viene.

Qué es un duelo: Es la manera en que cada persona enfrenta la muerte o pérdida permanente de un ser querido. Depende de quién se ha ido; puede ser la pareja, los padres o los hijos. Por supuesto que cada quien lo vive de forma diferente. Cada uno de estos duelos va a ser sentido por el doliente según la relación con la persona que se fue, el tipo de relación que tenían, si estaba enfermo o sufrió un accidente, la frecuencia con que se veían, si la relación era buena o reñida; muchos factores personales entran a hacer más o menos difícil el decir adiós.

Podemos referirnos a duelo o hablar de pérdida al referirnos a casi cualquier cosa que amamos o nos llena, pero que termina un día y nos produce un vacío. Puede ser el final de un trabajo, una relación que se acaba, cambio de residencia, la muerte del gato o el perro y hasta la pérdida de tus lentes favoritos. Cada una merece ser atendida en su momento y respetado el doliente.

Se espera que el nivel de dolor o el tiempo que lleve un duelo relacionado a eventos de la vida como relaciones, trabajo o estudios, por ejemplo, sean un poco más llevaderos que los relacionados a la muerte de un "otro" importante, sin dejar de ser necesario vivirlos, para dar paso a lo siguiente que viene. Por ahí dicen que cuando "una puerta se cierra, una ventana se abre".

Si no vivimos el duelo, quiere decir que no nos estamos "enterando" de que ese periodo ya terminó y que debemos cerrarlo bien para pasar a la siguiente etapa. Cuando no cerramos una parte de nuestra vida, podemos caer en riesgo de dejar muchos capítulos abiertos que van obstaculizando nuestro crecimiento y frenándonos, no permitiéndonos a nosotros mismos crecer y pasar a la siguiente etapa.

Todo el tiempo enfrentamos finales. Es importante cerrarlos al vivir el duelo para evolucionar hacia el siguiente paso de nuestras vidas.

Cuando es una persona amada la que se ha ido de nuestra vida, al vivir el duelo permitimos que paso a paso todo nuestro ser se pueda despedir, honrar y eventualmente adaptarse a vivir sin ese alguien que nos ha dejado aquí y se nos ha adelantado en el inevitable final de cada vida: la muerte.

Estos periodos son necesarios para aprender a superar obstáculos, valorar tu vida, cambiar creencias, postura de vida, acercarte a tu espiritualidad y alejarte de aquello que no te corresponde.

Si algo vale la pena es vivir tus duelos, por dolorosos que sean... no les temas, ¡atraviésalos! ¿Cómo? Es necesario llorar, pasar por el dolor, sentir cada etapa, vivirla, adentrarse y llevarlo bien. ¿Como se esquiva? Al intentar ignorar la voz interior que te pide honrar ese final y "distraerte" con escapadas poco sanas como el alcohol, las drogas, enfermarte, seguir aferrado a un estilo de vida que te hace sufrir, comer en exceso e insomnio, entre otras muchísimas manifestaciones en que tendemos a caer al intentar "jugarle la vuelta" al duelo en lugar de enfrentarlo. Pon atención a tu lenguaje y si dices cosas como: "no, si yo no lloro por esto" o "no, si yo estoy muy bien".

No temas. Vive cada etapa intensamente.


Todo lo que viene en tu camino estaba diseñado de forma perfecta y puedes enfrentarlo. Asusta, yo sé. Creemos que no podemos, casi siempre. Pero puedes y debes.

Al terminar de vivir una etapa difícil como un duelo, siempre sales siendo una mejor persona.

Despídete de quien amas y se ha ido. Él o ella quisieran que siguieras con tu vida. Si te quedaste un tiempo más, es porque tu aprendizaje en este paso por el mundo no ha terminado y un duelo bien llevado puede ser la clave para seguir viviendo más allá del dolor y la confusión que esa pérdida dejó.

Dagmar Polasek
Psicología General
Licenciada en Psicología Clínica
Socia Fundadora de Colegio de Psicólogos

jueves, 24 de abril de 2014

Estilos de aprendizaje y cómo facilitarlo (Parte 1)

"Lo que de raíz se aprende nunca del todo se olvida." - Séneca

Llamamos aprendizaje al proceso por medio del cual adquirimos información, habilidades y destrezas que modifican nuestro proceso de pensamiento, nuestros sentimientos y nuestra forma de ver la vida y nuestra conducta como producto de la incorporación de dicha adquisición. En esta serie de artículos hablaremos de los distintos estilos de aprendizaje, que de acuerdo a la Programación Neurolingüística (PNL) existen, y de cómo podemos facilitar el aprendizaje de nuestros niños, alumnos y nosotros mismos si pertenecemos a uno o a otro.

Por estilos de aprendizaje entendemos la vía en que la información ingresa y es procesada más fácilmente en nuestra computadora personal, es decir, nuestro cerebro. Las vías pueden ser los ojos, los oídos o el cuerpo; estas vías son trascendentales tanto para el que transmite la información como para quien la recibe. Concretamente esto quiere decir que las personas cuentan con tres sistemas con los cuales pueden representar mentalmente la información: visual, auditivo y kinestésico. La mayoría de las personas utilizamos los tres sistemas en forma desigual, pero tenemos nuestro preferido, aquél que utilizamos más.

Estos sistemas de representación se desarrollan más cuanto más los utilicemos, por lo que hay sistemas que usamos más y otros que usamos menos, y de ello dependerá el grado de desarrollo de los mismos.

Utilizamos el sistema visual cuando recordamos imágenes, ya sean concretas o abstractos, de eventos o conceptos; el sistema auditivo, cuando podemos recordar las voces y casi palabra por palabra una conversación; mientras que utilizamos el kinestésico cuando recordamos el sabor, el olor y las sensaciones que provocan nuestra comida favorita.

Las personas que son visuales aprenden mejor cuando leen o ven la información de alguna manera; por lo tanto necesitan ver de algún modo la información más que escucharla. Si, por ejemplo, ellos están en una conferencia y no hay material visual les costará más poner atención y retener la información. Este tipo de personas son las que nos dicen: "...no puedo recordar exactamente la palabra, pero le juro que miro hasta la página del libro y la foto en donde está lo que usted está preguntando...", al visualizar la información pueden establecer relaciones entre las distintas ideas y conceptos.

Generalmente las personas que son visuales son organizadas, ordenadas, tranquilas y se preocupan por su aspecto. Aprenden lo que ven y les cuesta recordar sonidos. Algunos de los recursos que esta persona puede utilizar para retener más fácilmente la información es ver películas, leer, ver mapas, hacer diagramas, ver fotos y diapositivas, ir a ver exposiciones, hacer flashcards (tarjetas de estudio). Esto nos lleva a poder decir que las personas visuales entienden el mundo tal y como lo ven, para ellos el aspecto es lo más importante. Transforman las palabras en imágenes por lo que para ellos el orden y la limpieza es fundamental.

Ana Lucía Novales
Psicologia Clinica, Educativa y Familiar
Ninos y Adultos

miércoles, 23 de abril de 2014

La actitud: un acto de voluntad (Parte 1)

En esta serie de artículos, compartiré con ustedes 5 claves para formar una buena actitud. Cada artículo contendrá una clave que espero pueda ayudarles a redefinir y, de ser necesario, mejorar o cambiar su actitud. ¡Disfrútenlos!

La perspectiva que tengamos ante la vida y todo lo que ella nos presenta es lo que podríamos definir como actitud. La actitud se convierte en la herramienta esencial necesaria para poder afrontar todas y cada una de las circunstancias que podamos atravesar. En el desarrollo equilibrado que nuestra personalidad debe ir atravesando, se hace necesaria la presencia balanceada del dolor que nos permita ir valorando aquello que causa gozo y placer.

Las buenas actitudes son un acto de la voluntad. Nosotros decidimos la actitud que mantendremos ante la vida. Nuestro desarrollo espiritual va estrechamente ligado a ese ejercicio de voluntad por controlar nuestras actitudes. Nuestra actitud nos dice lo que esperamos de la vida. Por ello se hace tan necesario cimentar nuestra esperanza de vida en un Dios que nos ofrece grandes beneficios al tomar la decisión de serle fiel. Nuestro entorno es un factor de influencia en las actitudes que reflejamos en nuestra vida, pero eso no le da la autoridad para ir por encima de la capacidad que tenemos de mantenernos firmes, a pesar de la adversidad de ese entorno. Las dificultades en nuestra vida son como una estrategia por capturar nuestra atención. Se nos ama tanto que se nos permite dolor a fin de provocar un bien en nuestra vida.

Esto es semejante a dar un regalo a un ser querido. Recuerdo cómo, al graduarme de la universidad, uno de mis mentores me hizo un regalo. Lo llevó envuelto en papel periódico, para ser más específico lo envolvió en una hoja del periódico de ese día. "Lo importante no es la envoltura, sino lo que viene adentro", me indicó. Tenía razón. La envoltura la tiré, ni siquiera recuerdo lo que decía esa hoja, el interior aún lo conservo y, por haber sido un libro, me sirve en ocasiones que necesito referirme al tema que trata.

La actitud se convierte en esas manos que reciben el obsequio de Dios a nuestras vidas por medio de lo que nos ocurre. Elegir cómo responder a una determinada situación es una actitud que libremente podemos adoptar. No estamos obligados a dejarnos guiar por nuestras pasiones.

En la próxima entrega comenzaremos con la primera clave para formar una buena actitud y comprender cómo ésta puede hacernos la vida más fácil y una que podemos disfrutar.


Juan Fernando Campos
Coaching
Coach Ejecutivo (Academia Internacional de Coaching)
Coach de Vida (Lifeforming Leadership Coaching)