sábado, 6 de diciembre de 2014

La sobreprotección

El reclamo de independencia que encierra la frase "yo solo" pronunciada por el pequeño, deseoso de valerse por sí mismo, es a veces poco entendida por los mayores quienes con su actuación impiden a los niños satisfacer esa necesidad.

Existen padres y abuelos que consideran una obligación hacerles todo a los hijos y nietos. Los preservan de las más mínimas dificultades y los muchachos crecen carentes de iniciativas, acostumbrados a que otros resuelvan sus problemas.

No se trata de dejar solos a los hijos, pero la función de los padres es guiarlos, no actuar por ellos, permitir su desarrollo de acuerdo con las posibilidades, edad y madurez que posean.

Cuando se estimula su sentido de autodeterminación y se les ayuda a vencer los obstáculos que en la vida se le presentan, los adultos contribuyen a la adaptación del pequeño a las exigencias del medio social con el cual él entra en contacto desde que nace.

La independencia constituye un proceso que demanda mecanismos de defensa que el propio niño va perfeccionando con sus vivencias, así deja de ser esa "personita" indefensa y desamparada, dependiente por completo de los adultos.

Si los padres y mayores no estimulan ese proceso y se comportan de una manera sobreprotectora, esta actitud redundará de forma perjudicial en la formación infantil, en su personalidad, carácter y los incapacitará para desenvolverse en la vida.

Como resultado de ese proceder erróneo se manifiestan conductas críticas de aquellos menores que fueron educados en una urna de cristal y por lo general no se adaptan al círculo infantil o a la escuela.

Hay casos que incluso requieren la ayuda de un psicólogo porque no asimilan los contenidos docentes y manifiestan actitudes negativas a causa de esa indefensión que sienten separados de los padres, quienes les prodigan mimos excesivos.

Lo más frecuente es que el adolescente cuya niñez transcurrió bajo la falda materna sea inseguro, temeroso y afronte grandes obstáculos que impidan su afirmación social, por eso es imprescindible evitar esos dañinos métodos de crianza.

No debe olvidarse que éstos repercutirán en problemas de personalidad y en la falta de éxito del joven en la vida, porque si la desatención y el desamor son altamente perjudiciales, también resultan muy dañinas las actitudes posesivas y sobreprotectoras.

Fuente: Padres e Hijos


miércoles, 3 de diciembre de 2014

Optar entre el derecho al ruido o el deber del silencio

La mayoría de los padres se atribuye y ejerce un derecho que, con apariencias de beneficio, termina siendo un verdadero perjuicio y obstáculo para el desarrollo de sus hijos. Es el derecho a intervenir y a hacer “ruido” con palabras y sugerencias que, aunque a veces suaves y generosas, terminan por aturdir la mente necesitada de silencio de quien busca la verdad sobre sí mismo. Este acto consciente es un acto silencioso y sereno; se opone al ruido de las palabras y de los comentarios y opiniones que provienen del exterior. Paradójicamente, en no pocas familias prevalece un ruido que dispersa y distrae esa búsqueda.

Para poder actuar con autonomía, la conciencia de quien está en uso de razón siempre recurrirá a un espacio de silencio para gobernar su conducta y tomar decisiones en cualquier campo de su vida personal. Promover y respetar ese espacio de reflexión y silencio es el deber que por naturaleza les cabe a todos los padres. Por eso dijimos en nuestra nota anterior que ese anhelo casi sagrado de acceder a una formación superior no debería ser profanado por los padres y educadores, dado que no poseen el derecho a intervenir y hacer “ruido” con palabras distractoras y sugerencias inoportunas. De allí que el arte de educar se debate entre el derecho abusivo de una intervención inoportuna o el deber de respetar el silencio interno y la intimidad de quien busca y está aprendiendo a pensar por sí mismo.

Es comprensible que quien ha recorrido parte del trayecto de la vida y tenga la experiencia de sus obstáculos trate de anticipar y “pavimentar” el camino a sus propios hijos. Mas es necesario comprender que, si bien el anhelo educador de todo padre busca siempre el beneficio de sus hijos, dicho anhelo hay que situarlo en la instancia del EDUCERE y no en la del EDUCARE. En el primer caso, la ejecución y titularidad del trayecto la lleva a cabo con alegría y dolor quien está en situación de querer aprender a conciencia; en el segundo, dicha titularidad se diluye por el malestar e incomodidad de un aprendizaje forzado mediante sugerencias inoportunas que, por provenir del exterior y avasallar al ámbito interno, terminan por generar perturbaciones con pensamientos y estereotipos ajenos a la propia conciencia.

Esto significa que la decisión para mejorar y el anhelo de superación surgen y se gestan en la conciencia. Fuera de la conciencia el cambio es aparente y no permite el perfeccionamiento individual, ya que podría obedecer a razones de manipulación, conveniencia o temor. De allí que el EDUCERE, a diferencia del EDUCARE, es un proceso que nace en la misma conciencia; es el proceso silencioso de la íntima convicción que se nutre en la conciencia individual de quien aprende. Esto constituye el fundamento pedagógico acerca de por qué el cultivo de una discreta distancia por parte de los padres les permitirá optar con objetividad y sin error entre el derecho a avasallar a sus hijos con gestos de entrometimiento o el deber de respetar su íntimo silencio.

En la medida que los padres y educadores realicen su praxis formativa imponiendo valores “ciegos”, detendrán el proceso formativo y de superación personal. Entendemos por valores “ciegos” a aquellos enunciados éticos y normativos que se mantienen en la periferia de la conciencia sin que la misma pueda acceder a la íntima convicción. Pues sin convicción, el valor de los enunciados y normas carecen del aval de la conciencia autónoma del joven y terminan por convertir a éste en un mero repetidor autómata de lo que se debería hacer y cómo se debería vivir.

Por todo ello, y acorde con los principios pedagógicos universales, saber declinar ese derecho a la intromisión y a la invasión conceptual en nombre de una supuesta verdad, para dar lugar al proceso silencioso de la conciencia de los jóvenes en proceso de formación, constituye un acto de alta generosidad y sabiduría. Mas ello ha de requerir el ejercicio de una serena ubicación y una equilibrada comprensión como garantía de salud, respeto, dignidad y bienestar en el seno de una familia que convierte el ejemplo vivo en el instrumento más elocuente de orientación y educación.

Dr. Augusto Barcaglioni
Fuente: Ensayos para el crecimiento positivo


sábado, 29 de noviembre de 2014

Comprendiendo a su hijo(a) preadolescente

Lo que usted debe hacer

Los detalles pequeños y simples pueden reforzar la comunicación. Incluya en sus actividades el suficiente tiempo para compartir momentos especiales, la rutina de la que ya forman parte juntos y demuéstrele que le importa.

A continuación le damos algunos datos para lograrlo:
  • Sentarse en la mesa para comer con la familia: Puede que a usted se canse tan solo de pensar que tiene que preparar una comida para la familia después de un día muy ocupado. Pero compartir una comida con la familia significa disfrutar juntos de momentos valiosos. Por ello, planéela y organícela tal y como haría otro tipo de actividad. Incluso si tiene que recoger alguna comida preparada, siéntense juntos en la mesa para comerla. Apague la televisión e intente no hacer caso al teléfono. Es imposible hacerlo cada noche, pero usted puede planear una cena a la semana que le venga bien a la agenda de su hijo(a). Planee algo divertido e involucre a todos en la preparación y en la posterior recogida y limpieza de la mesa. Compartir esta actividad ayuda a fortalecer los lazos afectivos familiares y el hecho de que todos colaboren refuerza el sentido de responsabilidad y trabajo en equipo.
  • La hora de irse a la cama y las buenas noches: Puede que su niño(a) ya no necesite que usted lo lleve a la cama, pero mantener un horario consistente para irse a la dormir ayuda a que su preadolescente obtenga el sueño que necesita para crecer saludable y fuerte. Por ello, cree un momento de tranquilidad juntos justamente antes de irse a dormir. Lean juntos. Conversen sobre los momentos importantes del día y sobre los planes para el día siguiente. Incluso si su preadolescente ya ha crecido demasiado como para que usted pueda acostarlo en su camita, todavía hay tiempo para un abrazo o un beso de buenas noches. Si su gesto no es bienvenido, intente una caricia suave en la espalda o en el hombro a medida que usted le dice buenas noches.
  • Comparta los momentos cotidianos: Encuentre las pequeñas cosas que les permiten estar juntos. Invite a su preadolescente a que le ayude a pasear al perro. Invítese usted mismo(a) a acompañarlo(a) cuando sale a correr. Lavar el carro, hornear galletas, rentar películas, ver un programa de televisión favorito - todas son oportunidades para que disfruten estando juntos. Y también son oportunidades para que su hijo(a) le hable sobre lo que le pasa por la mente. Incluso cuando van en el carro es un buen momento para que establezcan lazos de comunicación. Cuando usted esté manejando probablemente su preadolescente se sentirá más inclinado a mencionar algo que le moleste. Ya que usted estará concentrado en la carretera, él o ella no tendrán que establecer contacto visual, lo cual puede aliviar la incomodidad de expresar lo que se siente.
  • Cree momentos especiales: Comience la tradición de celebrar ocasiones familiares significativas más allá de los cumpleaños y de las fiestas. Celebrar ocasiones especiales como las buenas calificaciones escolares o haber ganado un partido de fútbol ayuda a reforzar los lazos familiares.
  • Demuestre afecto: No subestime la importancia de decir y demostrar cuánto quiere a su preadolescente. Hacerlo asegurará que su hijo(a) se sienta seguro y amado. Y usted estará demostrando formas sanas de demostrar afecto. Con esto en mente, su hijo o hija pueden comenzar a sentirse un poco intimidados al ver muestras de cariño, especialmente en público. Puede que su hijo(a) rechace su abrazo o beso, pero no tiene nada que ver con usted. Simplemente reserve ese tipo de demostración de cariño para los momentos cuando los amigos de su hijo(a) no estén presentes. Y en público, encuentre otras formas de demostrar que su hijo(a) le importa. Una sonrisa o una expresión de saludo pueden comunicar un mensaje cariñoso y al mismo tiempo respetar los límites físicos. Reconozca en alto las maravillosas cualidades de su hijo así como las habilidades que desarrolla en cuanto ocurran. Usted puede decir algo como “Qué bonito dibujo -realmente tienes una gran facilidad para el arte” o “Estuviste fabuloso jugando hoy al fútbol - Me encantó verte jugando en el campo."
  • Permanezca integrado: Sea parte de los intereses crecientes de su preadolescente. Integrarse significa permanecer más tiempo juntos y compartir experiencias. Usted no tiene que ser el líder de los Boy Scouts, voluntario(a) en su salón de clases o entrenador(a) de fútbol para demostrar interés en las actividades de su preadolescente. Puede que su hijo(a) quiera formar parte de actividades en las que usted no forme parte, lo cual no tiene nada de malo. Asista a juegos y a las prácticas cuando pueda; cuando no pueda, pregunte cómo han ido las cosas y escuche atentamente. Ayude a que su hijo(a) hable sobre sus decepciones y demuestre comprensión cuando él o ella hable de la pelota cuyo alcance hizo ganar al equipo contrario. Su actitud de cara a algún revés enseñará a su preadolescente a aceptarlos, a sentirse bien respecto a ellos, y a construir la valentía para intentarlo de nuevo.
  • Permanezca interesado(a): Manténgase interesado y curioso acerca de las ideas de su preadolescente, sus sentimientos y experiencias. Si usted escucha lo que él o ella están diciendo, tendrá un mejor entendimiento de la guía, perspectiva y soporte necesarios. Y responder de formas que no emitan juicios hará que su hijo(a) se sienta más inclinado a compartir con usted sus sentimientos en tiempos difíciles.
Fuente: Kids Health