La pareja se acercó a mí con el corazón roto. Yo acababa de dictar una charla sobre educación y ellos estaban claramente angustiados.
“¿Cuántos años tiene su hijo?”, pregunté.
“Ocho. Sólo tiene ocho años, y ya tuvo una vida entera de dolor”, dijeron con tristeza.
¿Qué se les puede decir a estos padres?
Los diarios están llenos de historias de matones. Parece ser que la maldad está comenzando a una edad más temprana. Todas las semanas recibo llamadas y emails de padres que sufren por la angustia de sus hijos. Y ya no son sólo adolescentes y preadolescentes.
En un artículo reciente sobre matones en un periódico, una consejera escolar dijo que “ve a los niños de primer grado tirándose de los pelos, vomitando antes de entrar a la escuela y quejándose de constantes dolores de estómago. No tener celular o la prenda exacta es no estar “en la onda”. Las pobres niñas que no tienen ropa de marca, olvídalo”.
El artículo continúa diciendo que los padres de preescolar y de escuela primaria tienden a estar mucho más preocupados por los matones que los padres de adolescentes.
“Nos dimos cuenta de que tenemos que encargarnos de este tema ya en el jardín infantil”.
Una encuesta reciente de 273 niños de tercer grado reportó que el 47% fue acosado al menos una vez, el 52% dijo haber recibido apodos, burlas u hostigado de manera hiriente, y el 51% dijo que fueron dejados de lado a propósito, excluidos, o totalmente ignorados por su grupo de amigos al menos una vez en los últimos dos meses.
Algunos gobiernos incluso han puesto programas como “¡Deja de atormentar ahora!”. Un oficial encargado de una campaña anti-matones dice: “Nos dimos cuenta de que tenemos que encargarnos de este tema ya en el jardín infantil”.
¿¡En el jardín infantil!?
¿Qué es lo que hace que estos niños sean tan malvados? ¿Es posible que nuestros niños estén adquiriendo la brusquedad del mundo que los rodea? ¿Puede que estén reflejando estas actitudes insensibles a través de su mal comportamiento?
Quizás si nos tomamos un momento para observar el mundo de nuestros niños obtendremos un entendimiento que nos permitirá marcar una diferencia y criar una generación más amable.
Niños Adultos
Hoy en día nuestros niños tienen siete años y están haciendo cosas de niños de trece. Incluso los más pequeños tienen aparatos electrónicos que los niños de su edad no poseyeron nunca antes.
La mayoría de los niños de escuela primaria tiene uno o más de los siguientes: teléfono celular, iPhone, iPod, o su propia laptop. Conozco algunos niños de ocho años que ya tienen sus propios Blackberries.
Darles estos aparatos a los niños sin ninguna clase de supervisión es un error inmenso. Para mí, ¡es como darles las llaves del auto y desearles que la pasen bien!
Piensa en esto: una niña de nueve años está en la pileta. Una compañera de clase toma una fotografía vergonzosa de ella, captándola en un momento extraño. Luego envía la foto con un comentario ‘divertido’ a todas sus amigas. ¿Puedes imaginar lo que ocurre después?
Cada niña reenvía la foto a ‘sus’ amigas, que a su vez ríen bastante mientras la siguen pasando y reenviando. En un segundo, la niña se transforma en la burla de toda la escuela… y más. Se encuentra en un infierno cibernético y no quiere volver a clases.
Sus padres me llaman llorando. ¿Crees que este daño puede ser revertido? La tecnología actual permite el acoso con sólo presionar un botón. En lugar de hablarle a un solo amigo, puedes llegar a docenas en un instante. Y así como se esparce el dolor, así también se esparce el tormento, y nada frena su camino.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Lo primero que necesitamos hacer es enseñarles responsabilidad a nuestros hijos. No existe tal cosa como herir a otro y no enfrentar las consecuencias de nuestras acciones. Tú eres responsable por esa malvada foto o texto. No importa si sólo la envías a uno o dos amigos. Debes entender el horrible impacto que tus acciones causaron.
Nuestros hijos deben entender que cada vez que aprietan el botón están ocasionando un daño real.
Nuestros hijos deben entender que cada vez que aprietan el botón están ocasionando un daño real.
Quizás el hecho de no ver la cara de la víctima es lo que evita que nuestros hijos entiendan la angustia que han causado. Los celulares aparentan ser tan inocentes. Pero el niño cuya imagen está siendo enviada se enfrenta a humillación y a burlas una y otra vez.
Nuestros hijos deben ser concientizados. Si utilizas un teléfono o un iPad, debes utilizarlo con sabiduría.
¿Es nuestro mundo más malvado?
Nuestros niños miran shows de TV y películas que no canalizan bondad. Los reality shows, las comedias y las películas hacen que el comportamiento rudo parezca normal, y hasta divertido. Crecen desensibilizados y se entretienen viendo personas lastimando a otras personas. ¿Cómo podrían no ser afectados?
Algunos sienten que los padres de hoy son un poco más ‘duros’. Odio pensar que eso es verdad. Sé que estamos estresados, y que tenemos presiones. Hay una crisis económica mundial. Muchos hogares están oprimidos emocionalmente, y los matrimonios son tensos. Los hogares uniparentales tienen también la carga de cumplir con los dos roles.
El resultado puede ser que no estemos sintonizados con lo que está pasando hasta que ya estamos en problemas. Si todo parece tranquilo, y los niños no molestan, estamos felices.
Si tu hija fue invitada a una fiesta ‘de onda’ con otro grupo de amigas, estarás emocionada de saber que fue incluida. ¿Qué harías si escucharas que hubo una niña en su círculo que fue dejada de lado y herida? ¿Le enseñarías a defenderla?
¿Llamarías a la madre de la niña para pedirle que incluya a la niña excluida?
Estas son preguntas difíciles. Algunos dirán que depende de la edad de tu hija, de su posición social y de la relación que tiene con la niña o la otra madre.
Más allá de nuestras respuestas, debemos internalizar que nuestras acciones hablan más fuerte que cualquier discurso que les demos a nuestros hijos sobre compasión y bondad. Incluir a los que sufren puede ser una gran lección de vida. Seguir sin siquiera pensar mientras presumimos porque nuestra hija fue incluida puede crear como resultado, con mucha facilidad, una niña fría e insensible ante las lágrimas de otros. Y un día ese ‘otro’ puede muy bien ser parte de la familia.
Si podemos enseñarles a nuestros hijos a pensar antes de hablar, a dimensionar los efectos de sus acciones antes de actuar, a sentir al menos cuando hieren los sentimientos de otros, imagina la generación que criaríamos.
Está en nuestras manos.
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