Todos los días nace un nuevo día, el pasado ya pasó y no podemos cambiarlo, sólo existe el presente, el futuro no ha llegado todavía. Te felicito por reconocer tus errores y hacerte consciente de ellos para no repetirlos; ya no te atormentes, pues la vida que llevaste te ha servido para aprender, madurar y convertirte en una mejor persona. Uno de los caminos hacia la realización personal, consiste en aprender de nuestros errores y aciertos. Te sugiero, que seas gentil contigo mismo, para evitar que te conviertas en un juez implacable que te condene por el resto de la vida a recordar y sufrir los errores del pasado. Perdónate a ti mismo, considerando que en ese tiempo no tenías la madurez, las herramientas, la experiencia o el conocimiento para comportarte de otra manera. No te dejes agobiar por la culpa, pide perdón si fuese necesario y pregunta qué puedes hacer para corregir tu error, o para suavizar las heridas de la otra persona, y haz cuanto sea necesario sin pérdida de tiempo.
Los errores y las malas experiencias nos ayudan a avanzar, pues nos enseñan a afrontar el presente con más sabiduría, compasión y entereza.
Ya no le des más vueltas en tu cabeza, haz borrón y cuenta nueva, toma sólo la parte positiva de todo lo que viviste y concéntrate en el presente, pues después de una época difícil suele llegar una de alegría, y tú te lo mereces.
Desconozco a su autor

Alfredo, con el rostro abatido de pesar se reúne con su amiga Marisa en un bar a tomar un café.
Deprimido descargó en ella sus angustias...que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación...todo parecía estar mal en su vida.
Marisa introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 50 dólares y le dijo:
- Alfredo, quieres este billete ?
Alfredo, un poco confundido al principio, inmediatamente le dijo:
- Claro Marisa...son 50 dólares, quién no los querría ?
Entonces Marisa tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo pequeño. Mostrando la estrujada pelotita verde a Alfredo volvió a preguntarle:
- Y ahora igual lo quieres ?
- Marisa, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 50 dólares, claro que los tomaré si me lo entregas.
Entonces Marisa desdobló el arrugado billete, lo tiró al piso y lo restregó con su pie en el suelo, levantándolo luego sucio y marcado.
- Lo sigues queriendo ?
- Mira Marisa, sigo sin entender que pretendes, pero ese es un billete de 50 dólares y mientras no lo rompas conserva su valor...
- Entonces Alfredo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, SIGUES siendo tan valioso como siempre lo hayas sido...lo que debes preguntarte es CUANTO VALES en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado.
Alfredo se quedó mirando a Marisa sin decir palabra alguna mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro.
Marisa puso el arrugado billete de su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó:
- Toma, guárdalo para que te recuerdes de esto cuando te sientas mal...pero me debes un billete NUEVO de 50 dólares para poder usar con el próximo amigo que lo necesite !!
Cuántas veces dudamos de nuestro propio valor, de que realmente MERECEMOS MAS y que PODEMOS CONSEGUIRLO si nos lo proponemos ? Claro que el mero propósito no alcanza...se requiere de la ACCIÓN para lograr los beneficios. Yo sé que se puede y que existen innumerables caminos para conseguirlo.
Desconozco a su autor

Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida
He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una hola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama.
Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo.Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo.Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con la mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: “¡Adiós, papito!” y yo fruncí el entrecejo y te respondí: “¡Ten erguidos los hombros!”Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí.Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso.
Pensar, hijo, que un padre diga eso.¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta.“¿Qué quieres ahora?”, te dije bruscamente.Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agostar.
Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera.Bien, hijo: poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; ésta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros.Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas.
Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza.Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto.Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: “No es más que un niño, un niño pequeñito”.Temo haberte imaginado hombre.
Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro.He pedido demasiado, demasiado…
W. Livingston Larned