martes, 17 de diciembre de 2013

¿Cómo y cuándo hablar con su hijo sobre el sexo?

Hablar de sexo con alguien, y mucho más a su hijo, puede que le cueste..

Es posible que se sienta incómodo, avergonzado, o preocupado por darle a su hijo demasiada información, y demasiado pronto.

No permita que por éstas preocupaciones deje de darle a su hijo una buena educación sobre los hechos de la vida. Es muy importante que usted hable con su hijo sobre el sexo por muchas razones. Por ejemplo:

Su hijo escuchará las historias sobre sexo en el campo de juegos, en las películas, programas de televisión y en los medios de comunicación, esta información puede no ser exacta. Usted necesidad educarlos a ellos de forma que conozcan los hechos.

Ser consciente de sus cuerpos y el sexo desde una edad temprana significará que su hijo comprenda lo correcto de lo erróneo, y será capaz de identificar si un adulto se comporta de manera inadecuada o los toca.

Hablar abiertamente sobre el sexo le permita que su niño saber que pueden venir a usted si tienen alguna inquietud.

Debe debatir cuestiones tales como el embarazo y las infecciones de transmisión sexual a los niños más mayores, ellos sabrán tomar precauciones y cuidar de sí mismos.

El conocimiento de los hechos y cuestiones hará que su hijo tenga menos probabilidades de experimentar antes de que estén preparados. Darles la confianza a conocer su propia mente cuando se trata de sexo.

Hable con su hijo sobre el sexo y desde una edad temprana. Ésto hará que sea menos incómodo para usted y su hijo. La pubertad puede ser una época de temores para un niño, de manera que se debe explicar lo que le está sucediendo a su cuerpo y por qué.

En general, la educación sexual debe ser una progresión gradual desde una edad temprana. Pregunte si en la escuela de su hijo se les enseña y como usted puede participar.

No se limite a hablar de sexo en el sentido físico, asegúrese de hablar con su niño acerca de los aspectos emocionales de hacer el amor. Explique que el sexo es extraordinario, que ocurre entre las parejas que se aman unos a otros y están preparados para ello.

Hable con su hijo sobre la importancia de esperar hasta que encuentren la persona adecuada.

Aquí tiene algunos consejos para hablar con su hijo sobre el sexo:

-Asegúrese de que sabe lo que está hablando! Consiga toda la información antes de hacercelo saber al niño. Hay una gran cantidad de libros y de recursos disponibles.

-Es posible que tenga que escribir exactamente lo que quiere decirle a su hijo de antemano. Luego puede practicar, y evitar diciéndole demasiado, o demasiado pronto.

-Tratar de ser lo más natural y relajado como sea posible, si quiere que se sienta cómodo en el abordaje que usted va hacer, hágale preguntas.

-Podría ser una buena idea tomar un ejemplo, si sabe de alguien su hijo que está embarazada, o que ven una pareja besarse en un programa de televisión, luego puede usarlo como punto de partida.

-Elige una hora en la que normalmente pasan tiempo juntos, por ejemplo en el coche, después de las comidas, o cuando un programa de televisión ha terminado. Ésto hará que la conversación sea más natural.

-Sea lo más honesto que pueda.

-Utilice libros o folletos para verlos juntos.
Prepárese las preguntas difíciles. Los niños son curiosos! Si le piden a usted algo que no ha preparado y no sabe qué decir, puede decir algo como "No estoy seguro, vamos a hablar de eso más tarde". Si la pregunta es razonable, asegúrese de responder.

-Pregúntele a su niño por su opinión. Ésto hace que se sientan valorados, y que se involucre más en la conversación, en lugar de simplemente hablar de ello.

-Asegúrese de decirle a su hijo que si se está preocupado por alguna razón, o tiene alguna pregunta, pueden venir a usted. Ser accesibles y honesto en todo momento.

No deje que el sexo se convierta en un tema tabú, un niño puede crecer creyendo que el sexo es malo, cuando en realidad es parte de una relación sana entre dos personas que se aman.

Fuente: Todo para padres e hijos

domingo, 15 de diciembre de 2013

Que el miedo y el temor no te paralicen

Cada vez que intentamos cambios nos surgen miedos y temores y nuestros pensamientos se llenan de frases que comienzan con “y si…”

¿y si sale mal?

¿y si no es para mí?

¿y si me equivoco?

¿y si se burlan de mí?

¿y si fracaso?…

Es lógico que todo cambio genere temor pero, cuando nos detenemos más de la cuenta en estos “Y si” negativos, solo nos paralizamos.

Si te pones a pensar muchas veces has tenido pensamientos pesimistas pero ¿cuantos de ellos se han hecho realidad?. Quizás muy pocos o ninguno!!

Muchos de las pensamientos que te afligían en algún momento jamás se hicieron realidad, solo fueron creados en tu mente.

Obviamente no resulta sencillo acallar este torbellino de dudas pero tampoco es imposible y para ello lo primero que debemos hacer es:

* Reconocerlos, Identificar cuales son tus temores para luego

* cambiarles el sentido.

Por ejemplo detectas que tienes mucho temor a iniciar un proyecto porque piensas que puedes fracasar. En tu cabeza no dejan de atormentarte pensamientos de derrota o de frustración, inclusive hasta recuerdes hechos del pasado en los que no te ha ido bien: “si una vez fracasé entonces ahora no va a ser la excepción “.

La idea aquí es que busques darle otro sentido a tus miedos, no aceptarlos como algo que inexorablemente va a suceder. Que haya acontecido en el pasado no significa que vuelva a repetirse.

Debes darte cuenta que fracasas si no intentas algo, si no te mueves, pero que si lo intentas quizás podrías triunfar. Seguramente ahora estás mejor preparada que antes, no en todo te ha ido mal y a lo largo de los años adquiriste otra experiencia o herramientas que ahora te serán de utilidad.

Después de todo, la única certeza que tenemos es que no sabemos como saldrán las cosas hasta que no hagamos algo al respecto. Hasta que no nos animemos.

Si sientes en tu interior que debes realizar algo, entonces hazlo. No permitas que el temor te robe los sueños, ve más allá y anímate.

Para finalizar te dejo una frase que la puedes utilizar cuando la necesites:

“No fracasa quien nada intenta pero quien nada intenta jamás triunfa”.

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Andrea Martínez.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Alegre de estar triste

No sé por qué la tristeza está tan mal vista…

Siempre queremos salir de ella, o los demás se empeñan en sacarnos.

La detestamos, la despreciamos, y no parece un buen sitio en el que pasar una temporada larga.

Es una gran desconocida.

No estamos acostumbrados a propiciar ese estado, en el cual podemos contactar con la calma en la que se produce la reflexión serena y el contacto más íntimo con el interior.

Curiosamente, la tristeza nos predispone para ello propiciando un estado de mayor sensibilidad y de alejamiento del ruido y la vorágine de la vida. La tristeza nos recoge en nosotros mismos, y nos contacta con un estado inhabitual que puede ser de una riqueza inconmensurable. Nos saca del mundo, de lo cotidiano, de la urgencia y la vida sin consciencia. Nos propone parar, pararnos, adentrarnos en la parte de nosotros que no está de acuerdo con lo que está pasando, y se siente “triste”.

Conviene distinguir entre dos tipos básicos de tristeza.

Una es la que no aporta nada positivo y sólo nos sumerge en un estado afligido, apesadumbrado, funesto, deplorable, y doloroso, que nos puede conducir casi irremediablemente a una depresión. Conviene controlar que la tristeza no se convierta en un estado habitual continuo. Si sucede así, hay que poner inmediato remedio porque puede ser que esté dejando de ser tristeza para convertirse en algo grave.

La otra cara es más amable: es esa en la que sólo corresponde a una melancolía inocente, amigable, donde uno se siente pequeño –pero no le parece mal del todo-, separado del resto del mundo –y eso le hace tomar más consciencia de sí mismo-, coquetea con las lágrimas, algunos pensamientos desanimados insisten en permanecer, y uno sabe que siente o quiere algo pero no sabe identificarlo.

En esta sociedad está mal vista, porque se prima más la alegría, el bienestar –aunque sólo sea aparente-, y vivir en un rol de fingido triunfador.

La tristeza es de los débiles o los desgraciados, se dice; los triunfadores pertenecen al arquetipo masculino, el fuerte, el agresivo, y la tristeza se integra en el arquetipo femenino, que no es el adecuado para sobrevivir.

La tristeza deja que se asome una parte nuestra que es un poco vulnerable, y nos convierte en débiles y desprotegidos, aparentemente. (Por eso tratamos de evitarla, por eso ocultamos los sentimientos de tristeza y casi llegamos a anular esa emoción).

Pero esa es la representación exterior. En la parte positiva, lo que hace es reconectarnos casi directamente con un estado que tiene una sensibilidad especial que aporta un modo de sentir que tiene unas características propias. Nos hace darnos cuenta de cosas y sensaciones que de otro modo pasarían inadvertidas.

La tristeza es la otra cara de la felicidad, y es una de las emociones básicas y útiles para el ser humano. Con la tristeza, inconscientemente, estamos pidiendo ayuda.

Si la tristeza proviene de una pérdida, que es lo habitual, nos lleva a darnos cuenta del valor de las cosas que podemos perder, de los seres queridos. Nos propone plantearnos el significado de la pérdida; nos lleva sin darnos cuenta a hacer un balance de nuestra vida –lo que pasa es que no es muy adecuado sacar conclusiones en ese estado porque desde la tristeza todo adquiere un tono muy gris y desangelado-; tendemos a hacer un balance de nuestras metas, nuestros errores, nuestra situación… nos invita y nos ayuda a conocernos.

Ante las pérdidas, funciona como un mecanismo que nos plantea y facilita nuestra propia reconstrucción. Necesitamos parar, tener poca actividad, y reflexionar, por eso se nos quitan las ganas de hacer cosas, nos sentimos cansados y abatidos, no tenemos fuerzas ni apetito, adoptamos posturas de recogimiento y autoprotección, y las ganas de llorar insisten una y otra vez hasta que lo logran.

Es habitual que en esos momentos sintamos soledad, añoranzas, ira, culpabilidad, reproches…

La recomendación es no huir de la ella, sino permitirle que aflore y nos muestre lo que nos quiere enseñar, y nos hable de esa parte de nosotros mismos con la contactamos poco.

POSIBLES SOLUCIONES:

Aceptar la realidad de la pérdida.

Permitirse sentir el dolor y la tristeza, hasta que se extinga.

Buscar a las personas queridas que nos puedan escuchar y comprender.

Aceptar que se manifiesten al mismo tiempo la rabia o la culpa, pero no juzgarse y castigarse por ello.

Readaptarnos a la nueva situación. Seguir adelante a pesar del motivo que nos produjo la tristeza.

Darnos el tiempo necesario para salir de un modo natural.

Y si se alarga y no se le ve salida, la ayuda de un psicólogo o psiquiatra. Sin pudor. Hay que dar prioridad a estar bien.

Francisco de Sales, es el creador de la web www.buscandome.es, para personas interesadas en la psicología, la espiritualidad, la vida mejorable, el Autoconocimiento y el Crecimiento Personal