martes, 14 de mayo de 2013

¿Qué es la Educación para el Desarrollo?

La Educación para el Desarrollo es una aproximación a un aprendizaje cuyo objetivo es construir una ciudadanía mundial. UNICEF la define como un proceso que "promueve el desarrollo, en niños, niñas y jóvenes, de actitudes y valores como la solidaridad mundial, la paz, la tolerancia, la justicia social y la sensibilización ecológica, y que ofrece los conocimientos y capacidades necesarios para promover estos valores y provocar cambios en sus propias vidas y en sus comunidades, local y mundialmente."

La Educación para el Desarrollo se fundamenta en dos movimientos que aparecieron por una parte en los países industrializados y por otra parte en los países en desarrollo. En los años 1970, unas ONG y unas agencias de ayuda, comprometidas en la problemática del desarrollo, empezaron a elaborar material educativo para sensibilizar a los jóvenes de los países industrializados. En aquel mismo período, muchos educadores empezaron, en los países en vías de desarrollo, a contemplar las estrategias locales susceptibles de ayudar a la gente a combatir problemas como la pobreza, la falta de higiene y el analfabetismo. Aquel movimiento fomentaba el desarrollo de nuevas capacidades que permitían a los individuos y a los grupos crear este cambio.

Estas dos iniciativas son las raíces de la Educación para el Desarrollo. Ésta se desarrolló aún más durante los años 80 y 90 debido a tres razones principales:

Han cambiado las ideas sobre lo que es el "desarrollo"

En el pasado, el crecimiento económico muy a menudo se presentó como una prioridad frente a la salud, la educación y la calidad del medio ambiente. Se hace cada vez más claro que los sacrificios a corto plazo en este dominio perjudican el potencial humano a largo plazo de un país, lo que no se puede defender ni aceptar moralmente.


Ha cambiado la índole de los problemas mundiales
Los problemas mundiales son cada vez más complejos. Se han de tener en cuenta las dimensiones sociales, económicas, políticas, tecnológicas y culturales antes de encontrar soluciones a los problemas contemporáneos. Los problemas mundiales son universales. No existe ningún lugar en el mundo que esté fuera del alcance de las preocupaciones ecológicas, de los problemas de justicia o de los conflictos. Por consiguiente, quedan limitadas las posibilidades de evolución de estos problemas en un sólo país o en una sola región.


Han cambiado los valores educativos
La educación del niño debe promover el respeto de los derechos humanos, de las libertades fundamentales y de las civilizaciones distintas de la suya. Debe preparar al niño para que asuma las responsabilidades de la vida en una sociedad libre, en un espíritu de comprensión, de paz, de tolerancia, de igualdad entre los géneros y de amistad entre todos los pueblos. Debe inculcar al niño el respeto del medio natural.


La educación para el desarrollo. Una asignatura necesaria
Las clases que se fundan principalmente en la nación, que se concentran en la historia y la economía de un país, y que acentúan las contribuciones de algunas culturas dominantes, hacen que los niños estén equipados insuficientemente para desempeñar un papel activo en un mundo interdependiente. Una enseñanza que fomenta sólo la competición, que desarrolla la mentalidad del "yo primero", tanto en los contenidos como en los procedimientos, no permite preparar a los niños para los esfuerzos de cooperación necesarios para enfrentarse a los problemas mundiales. La educación puede y debe desempeñar un papel activo no sólo en la transmisión de conocimientos, sino también en la promoción de actitudes y de valores de ciudadanía mundial.


La Educación para el Desarrollo prepara a los alumnos para adaptarse frente a un cambio rápido en un mundo interdependiente, basándose en algunos conceptos globales y utilizando un proceso particular de aprendizaje.

Los padres podemos potenciar los contenidos de la Educación para el Desarrollo. Preguntar a nuestros hijos qué han hecho en la escuela, cómo han tratado o estudiado temas específicos como la solidaridad o la justicia, qué han hecho durante el Día Internacional de la Paz, etc., es una buena manera de otorgar la importancia que merecen esas asignaturas que tantas veces se ven relegadas a un segundo plano por el peso de las matemáticas o las ciencias sociales.

De la misma manera es importante ofrecer una salida a las posibles inquietudes que puedan tener nuestros hijos en temas relacionados con la cooperación y el desarrollo: proponer lecturas o películas adecuadas a la edad de nuestro hijo, ir a ver exposiciones sobre temas relacionadas con otras culturas, conocer los distintos barrios que forman nuestra ciudad, comentar las noticias del día a día u ofrecer la posibilidad de colaborar en alguna ONG, son cosas que podemos hacer para participar de forma activa en ese largo pero fundamental proceso que significa la Educación para el Desarrollo.

UNICEF 

domingo, 12 de mayo de 2013

¿Los premios y los castigos son educativos?

"Si apruebas el examen te compro un regalo", "No, hoy no ves la tele, estás castigado". ¿Te suenan? A veces ya no sabes qué hacer para que tu hijo se comporte de una determinada manera. Es entonces cuando recurres al premio o al castigo, aunque no siempre son eficaces ni actúan de manera inmediata. En todo caso, se trata de recursos que debemos emplear con prudencia para que den resultados.


Tanto los premios como los castigos no tienen una prensa demasiado buena en algunos sectores de población. Ofrecer premios a los hijos es como reconocer un fracaso, es como si, al fallar como educadores, tuviéramos que recurrir al "sucedáneo" de los premios que, más que educar, adiestran.

Los castigos, por el contrario, no suelen dar tanta sensación de fracaso. Incluso socialmente son aceptados como padres responsables aquellos que castigan a sus hijos. De algún modo, se reconoce que el castigo sí es instrumento educativo, para terminar admitiendo que tampoco sirve de mucho porque el hijo tiene unas inclinaciones tales que no hay nada que hacer. Y se le va dejando de castigar y se acepta como irremediable "su manera de ser".

Los premios y castigos son instrumentos eficaces en situaciones en las que el proceso educativo sufre desviaciones, paradas o retrasos. Son situaciones críticas y patológicas en las que el tratamiento habitual que se suministra en el proceso educativo, que son buenas dosis de ejemplos, persuasión y reflexión no surten efecto y es necesario restablecer un cierto equilibrio. Un remedio será pues seguir una medicación adecuada basada en premios y castigos, además, claro está, de actuar en algunos otros frentes.

Premios y castigos, aunque afectan sólo a la conducta externa y, por tanto, pueden no influir en la personalidad íntima, generan un ambiente que facilita la comunicación entre las personas de la familia o mejora las capacidades de la persona. Ambos aspectos son elementos facilitadores de la educación. ¿No es cierto que será más fácil la educación de los hijos si, con ayuda de algún premio y algún castigo, conseguimos que mantengan el orden en sus cosas y usen ciertos modales? ¿No será lo mismo si conseguimos que estudien y mejoren su capacidad de razonamiento?

Retomando el símil de premios y castigos como medicinas, evidentemente su uso no puede ser indiscriminado ni generalizarse. Al igual que cualquier medicamento, es preciso adecuar su administración a la necesidad concreta del paciente y tener en cuenta sus contraindicaciones y efectos secundarios.

En resumen, los premios y castigos son recomendables y adecuados si se usan como medios temporales de obtención de logros y siempre de forma apropiada. Lea, por favor, las instrucciones de uso.

PREMIOS.

Instrucciones de uso.


Tipos de premios:

  • Premios previstos. Son las recompensas pactadas que se ofrecen si se presenta la conducta que se espera. El deseo de conseguirlas ayuda a regular la conducta.
  • Premios imprevistos. Se conceden sin previo aviso como reconocimiento a una conducta deseable. Puede producir efecto en la persona que lo recibe y en las que lo observan. Ambos relacionan las conductas deseables con la recompensa.
  • Premios por entregas. Son los que mantienen el interés más vivo, al concederse puntos o vales acumulables cuando se producen pequeños logros. Al alcanzar una cierta cantidad, se logra el premio.
  • Premios liberadores. Permiten liberarse de alguna tarea desagradable.
Composición de los premios:
  • De base afectiva. Consisten en expresiones afectivas de los padres, como abrazos, felicitaciones, lugares preferentes en la mesa o en el coche...
  • De base material. Consisten en posesiones materiales, como diversos objetos o dinero.
  • Relacionados con la autonomía. Ofrecen más libertad o autonomía para gestionar el dinero, el tiempo, el espacio…

  • Orientaciones de uso:
  • Definir bien lo que se espera y el premio que se puede conseguir.Luego cumplir lo pactado.
  • Proporcionar premios acordes con el esfuerzo realizado y con las posibilidades razonables de la familia.
  • Plantear la obtención del premio a corto plazo para los más pequeños.
  • Proponer premios alcanzables. Sólo son útiles si se confía en alcanzarlos.
Efectos secundarios:
  • Evitar su uso prolongado y variado porque crea adicción y no se actuará si no es a cambio de premios.
  • Modifica la conducta pero no necesariamente las actitudes y motivaciones, por lo que hay que combinarlos con otras acciones educativas.
CASTIGOS.

Instrucciones de uso.

Tipos de castigos:
  • Castigos previstos. Son las consecuencias desagradables que aguardan como respuesta a una conducta inaceptable determinada.
  • Castigos imprevistos. Son consecuencias desagradables que se otorgan sin previo aviso ante conductas indeseables. Tratan de evitar que se repita la conducta.
  • Castigos con oportunidades. Se ofrece un castigo si se da una conducta, pero se concede la oportunidad de rectificar en dos ocasiones antes de recibirlo.
Composición de los castigos:
  • De base afectiva. Consisten en expresiones afectivas negativas por parte de los padres como reprimendas, amonestaciones, alejamiento físico, silencio, caso omiso...
  • De base material. Suponen pérdida de ingresos, multas, no poder usar algo (TV, equipo de música, bicicleta...) o quedarse sin alguna posesión.
  • Relacionados con la autonomía. Restringen o privan de la libertad de salir, reducen el tiempo de ocio, exigen quedarse inmóvil, prohiben algunas relaciones...
Orientaciones de uso:
  • Elegir los castigos con prudencia. Los castigos han de cumplirse, por lo que un castigo absurdo o que no se cumple produce el efecto contrario.
  • Ser proporcionado a la conducta.
  • Ser severo, es decir, ha de ser verdaderamente desagradable ya que si sólo supone una ligera molestia, se puede acabar aceptando la molestia como un mal menor.
  • Buscar castigos relacionados con la conducta indeseable. Así, por ejemplo, si se es descuidado y se estropean las cosas, se han de arreglar; si la conducta es molesta, se tiene que aislar...
  • Procurar que el castigo se acepte como algo merecido y se entienda que ayudará a mejorar.

  • AVISO IMPORTANTE: NUNCA LOS CASTIGOS PUEDEN ATENTAR CONTRA LOS DERECHOS Y LA DIGNIDAD DE LOS NIÑOS
Efectos secundarios:
  • Pueden aumentar la conducta indeseable. En algunas ocasiones, los hijos buscan llamar la atención de los padres y, al no conseguirlo con una conducta deseable, les basta con que les prestemos atención mediante castigos por las indeseables. En este caso está directamente contraindicado su uso.
  • Si el castigo se ve desproporcionado, injusto o absurdo, puede generar sentimientos de aversión, venganza y resentimiento. Como consecuencia, es probable que no se evite la conducta indeseable. También estará contraindicado su uso en estas circunstancias.
Dejo para el lector la elección del tratamiento más adecuado a las diferentes situaciones que se le presentarán. Y, de todas formas, en caso de duda, consulte a un especialista (profesor o psicólogo), es la persona más adecuada para facilitarle toda la información complementaria.


José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional), 
Profesor de Educación Primaria y de Psicología 
y Pedagogía en Secundaria

Padres sobreprotectores

Para que los niños tengan un buen desarrollo emocional, necesitan sentirse queridos y cuidados por sus padres; sin embargo, un exceso de protección puede traer más problemas que ventajas.

Los estudios de la historia de la infancia destacan que hasta bien entrado el siglo XVII una de las principales causas de mortandad infantil era el infanticidio. Sin embargo, desde hace unas pocas décadas el niño ha pasado de tener un escaso valor a ser Su Majestad el Bebé, convirtiéndose -de este modo- en el centro de atención del núcleo familiar y generando, a nivel social, todo un mundo de consumo del que resulta difícil de escapar. Por tanto, hablar de padres sobreprotectores sólo tiene sentido en nuestras modernas sociedades industrializadas.

Es lógico que todos los padres quieran lo mejor para sus hijos: los mejores alimentos, los cuidados médicos más avanzados, la ropa más bonita y los juguetes más estimulantes, pero bajo esta premisa algunos de ellos envuelven a sus niños entre algodones sin darse cuenta de hasta qué punto pueden perjudicar con ello el desarrollo de su personalidad.

Este tipo de padres, viven tan pendientes de sus vástagos que ponen un celo desmesurado en sus cuidados y atenciones, ven peligros donde no los hay y les ahorran todo tipo de problemas, pero a su vez les privan de un correcto aprendizaje ya que no les dejan enfrentarse a las dificultades propias de su edad de donde podrían extraer recursos y estrategias que les servirían para su futuro.

Muchos son los indicadores que pueden servirnos de ayuda a la hora de pensar si no les protegemos en exceso, algunos de los más evidentes son:
  • Observar si cuando cometen algún error o tienen algún tropiezo tendemos a disculparles y proyectamos su responsabilidad en compañeros y maestros, o bien si hablamos con ellos de sus conductas y sus resultados.
  • Analizar si tendemos a evitarles situaciones que pensamos pueden resultarles conflictivas o difíciles de resolver o, si por el contrario, procuramos prepararles para ellas.
  • Ver si nos anticipamos a sus demandas procurándoles a menudo lo que aún no han pedido, como juguetes, golosinas, distracciones, etc.
  • Pensar si estamos fomentando en ellos conductas más infantiles de las que corresponden a su edad porque quizá nos resulta difícil aceptar que están creciendo.
Una relación padres-hijos basada en la sobreprotección tiene más efectos negativos que positivos ya que a los niños les costará mucho llegar a alcanzar su madurez.
Además, impedir que un niño aprenda por sí mismo y responda espontáneamente a las situaciones que surjan a lo largo de su proceso evolutivo puede provocar:
  • La disminución en su seguridad personal.
  • Serias dificultades a la hora de tolerar las frustraciones y los desengaños.
  • Un mayor apego hacia sus padres que más adelante puede generalizarse en cualquier tipo de conducta dependiente.
  • Niños insaciables que no saben valorar nada de lo que tienen y que más que desear las cosas las piden de una forma compulsiva y sin sentido.
  • Un retraimiento o inhibición en su conducta que dificultará sus relaciones sociales: no les gusta ir de campamentos, les cuesta jugar o conversar con otros niños de su edad, no pueden afrontar situaciones nuevas.
Por tanto, si no queremos convertir a nuestros hijos en criaturas inseguras, inhibidas y dependientes, hemos de prestar atención a su desarrollo evolutivo para saber qué podemos exigirles que hagan por sí solos.

En cualquier caso, hay que ser conscientes de que van creciendo y deben ir separándose - como nosotros de ellos - para conseguir una identidad propia.

En muchas ocasiones, conviene aplicar el refrán y dejarles tropezar dos veces en la misma piedra. De los errores siempre es posible aprender.

Lourdes Mantilla Fernández
Psicóloga clínica