jueves, 23 de enero de 2014

Qué debes saber sobre el bullying

El bullying, también conocido como acoso escolar, es una de las situaciones más duras con las que se pueden encontrar los adolescentes en la escuela. Se trata de una forma de tortura en la que un chico o chica o un grupo de ellos someten a maltrato a un compañero. Cualquier forma de maltrato físico, psicológico o verbal que se ejerce sobre un escolar durante un tiempo prolongado está considerado bullying.

Los chicos o chicas que se ven sometidos a este tipo de acoso llegan a vivir aterrorizados, tienen pavor a ir a la escuela y en algunos casos llegan a tener depresión y pensamientos de suicidio que, en ocasiones, llevan a cabo. Son situaciones tan peligrosas que padres y maestros deben vigilar estrechamente para descubrirlas.

Aunque puede darse en niños de todas las edades, lo más frecuente es que ocurra en la adolescencia. Se considera que uno de cada tres adolescentes de entre 12 y 16 años vive o ha vivido una situación cercana al bullyng como acosado o como acosador. Aunque el porcentaje de chicos o chicas que sufren un bullying grave es mucho más bajo ya que está entorno al 3%. Y es algo más frecuente entre las chicas que entre los chicos.
Tipos de bullying
  • Agresiones verbales. En este caso entrarían los insultos pero también cuando se habla mal de alguien o se expanden rumores malintencionados sobre un compañero.
  • Agresiones psicológicas. En este caso están las intimidaciones para provocar miedo y así conseguir que la víctima haga algo que no quiere hacer: entregar su dinero u objetos personales o cualquier otra cosa bajo coacción.
  • Agresiones físicas. Aquí entrarían las palizas o los simples golpes además de los robos o el destrozo de sus materiales u objetos.
  • Aislamiento social. Otra forma de bullying consiste en aislar a la víctima impidiéndole participar en las actividades de los compañeros de clase o, en algunos casos, dejando de hablarle y haciendo que los demás tampoco le hablen y se relacionen con él o ella.
  • Agresiones sexuales. En esta categoría están todas las agresiones que tienen como objetivo hacer que la víctima se sienta humillada o incómoda. La forma más frecuente del acoso sexual en la escuela es con la utilización de los celulares o las redes sociales.
  • Agresiones racistas. En algunos casos, la forma que utilizan los agresores son los insultos racistas cuando la víctima pertenece a alguna minoría como la latina.
Qué hacer si le ocurre a tu hijo
Cuando un padre descubre que su hijo está implicado en un caso de bullying, ya sea como víctima o como agresor, debe actuar inmediatamente. Lo primero que hay que hacer es avisar a la escuela. Hablar con la dirección, con los consejeros y con los profesores. Y en los casos en los que se haya producido una agresión grave hay que denunciarlo a la policía.

Qué hacer si tu hijo es la víctima
Los padres de chicos o chicas que son víctimas de bullying tienen que establecer con la escuela un plan para salir de esa situación y mantenerse en contacto continuo con consejeros y maestros para seguir la evolución del proceso.

Y hay que darle todo el apoyo a la víctima. Habrá que explicarle y conseguir que entienda que él no es culpable de nada, que ha estado sometido a una situación de tortura y buscar fórmulas para restaurar su autoestima. En ocasiones puede ser necesaria la ayuda de un terapeuta.

Qué hacer si tu hijo es el acosador
Las medidas que deben tomar los padres de los acosadores también exigen que se mantengan en comunicación con la escuela para seguir la evolución de la situación. De igual modo deben hacer entender a su hijo que el acoso es inaceptable e incluso puede ser un delito.

Qué hacer si tu hijo es un observador
Es muy frecuente que en los casos de bullying exista una víctima, un acosador y un grupo de observadores. El grupo de amigos es una de las características de la adolescencia y hay veces que los chicos o chicas siguen a un líder sin importar lo que este haga.

Los padres de los chicos o chicas que se han convertido en observadores deben actuar igualmente. Si tienen noticia de un caso de acoso deben comunicarlo a la escuela inmediatamente, explicando a su hijo lo que van a hacer y la importancia de hacerlo. Y deben asegurarse de que su hijo comprende que la valentía y la madurez están precisamente en no callarse ante este tipo de situaciones.

Victoria Toro

miércoles, 22 de enero de 2014

Madres de chicas adolescentes: consigue que vuestra relación no sea un desastre

La relación de las madres con sus hijas adolescentes es una de las más complejas que se viven a lo largo de la vida. Hay casos en los que todo va bien y no se presentan problemas pero eso no es lo habitual. Generalmente madres e hijas viven durante esa etapa momentos de tensión, discusiones continúas y enfrentamientos.

Es frecuente escuchar a madres de adolescentes que relatan que mientras sus hijas eran niñas todo fue perfecto entre las dos. Se llevaban bien, charlaban y había confianza en la relación pero al llegar la adolescencia, las hijas cambiaron radicalmente su forma de relacionarse con ellas y comenzaron a surgir los problemas. Ciertamente, esto es así en muchísimos casos. Las razones son varias y complejas y no provienen solo del paso por la difícil adolescencia de las hijas sino también de la etapa de su vida en la que están las madres.

Lo primero que hay que saber sobre esta difícil relación es que no tiene por qué ser así de difícil. Pueden usarse estrategias para que las cosas funcionen de otra forma, para que la relación sea mejor. Lo primero que deben hacer las madres es entender qué es lo qué está pasando, tanto lo que les sucede a sus hijas como, y más importante aún, lo que les está pasando a ellas mismas.

La mayoría de las mujeres con hijas adolescentes tienen edades que están en la cuarentena o en la cincuentena. Y eso quiere decir que, casi todas ellas, están pasando en ese momento por la menopausia. Y la conjugación de adolescencia y menopausia es complicada. Las dos provocan alteraciones en el humor, casi siempre producen también temor e inseguridad. Son los dos grandes cambios en la vida de una mujer. Cuando se juntan la menopausia de la madre con la adolescencia de la hija, pueden saltar chispas. Y aquí vamos a enseñarte a apagar esas chispas y a disfrutar de tu vida y de la tu hija sin alteraciones.

Qué hacer para evitar los conflictos
  • Tu hija se hace mayor. Un día de pronto, la que hasta hace nada era tu niñita aparece en el living con uno de tus vestidos, precisamente aquel con el que tú has lucido siempre tan juvenil y tan linda. Y ella luce más linda aún. Lo que sientes cuando ves a tu hija es, primero, una sensación de sorpresa porque descubres que tu niña se hace mayor y eso te alegra pero, a la vez, sientes cierta aprensión o casi enfado porque ella es más guapa y más joven. No te preocupes por que hayas tenido esos pensamientos, son iguales a los de miles de mujeres en esa circunstancia. Pero debes superarlos porque pueden haceros daño a ti y a tu hija. Debes analizar de dónde vienen. Lo primero que debes entender es que no tienen nada que ver con tu hija, se refieren exclusivamente a ti. Lo que te ha ocurrido es que has sentido que tu vida va hacia su final, que tu tiempo ya se acabó. Pero eso no es cierto, terminó una etapa de tu vida pero tienes otras por delante, tan emocionantes, llenas de posibilidades y gratificantes como las anteriores o más.
  • No compitas con tu hija. Algunas madres que tienen esa sensación de pérdida comienzan una competición con sus hijas. Intentan volver a ser jóvenes y analizan todo lo que hacen sus hijas desde esta posición. Es un error y una estupidez. No puedes competir con una adolescente. Afortunadamente, esa etapa de tu vida quedó atrás. Ahora eres una adulta madura. Y tu hija es una chica adolescente. Vive tu madurez plenamente aprovechando sus ventajas y deja de anhelar el tiempo pasado porque no va a volver.
  • Puedes seguir siendo una mujer sexy. No hace falta ser adolescente para sentirse guapa, sexy o inteligente. Puedes ser todo eso a tu edad o incluso, puedes serlo mucho más. En la madurez has superado ya los problemas de inseguridad, estás mucho más estable en tu trabajo, eres mucho más capaz de relacionarte con tu pareja y con tus amigos de manera más relajada y más sabia. Y todo ello puede darte muchas satisfacciones si no intentas ser lo que no eres.
  • Ten paciencia con tu hija. Se paciente, es cierto que la menopausia con sus alteraciones hormonales lo dificulta pero busca una solución para ello porque merece la pena que vivas esta etapa relajada y feliz. También ten paciencia contigo misma, quiérete y así demostrarás también mejor el amor que sientes por tu hija adolescente.
  • Haz memoria. Recuerda cuando tú eras como ella. Recuerda tus enfretamientos con tu madre. Seguro que no eran como los de tu hija contigo pero es muy probable que los hubiera. Seguro que también tú, como tu hija, tenías cambios de humor. Háblale a tu hija de tu adolescencia, seguro que podéis aprender juntas.
  • Disfruta de tu hija. Pasa tiempo con ella, sal y organiza actividades juntas, podéis salir de compras y divertiros con la moda, podéis buscar nuevos trucos de maquillaje, podéis leer, ver películas o viajar… Comparte también lo que te ocurre y ten siempre presente que ella es ella y tú eres tú. Y las dos tenéis aún una gran vida por delante para disfrutarla y compartir
Victoria Toro

martes, 21 de enero de 2014

A mi hijo le pegan: ¿qué puedo hacer?

Tu hijo llega de la escuela frecuentemente quejándose de que otro niño en su salón de clase le pega. Esta situación te preocupa y te indigna.

¿Qué está pasando? ¿Tu hijo es presa fácil de un bully? ¿Por qué nadie interviene para protegerlo? ¿Cómo puedes ayudar a tu hijo a resolver este problema?

1. Escucha.

Antes de enfurecerte, realmente escucha a tu hijo para digerir toda la información y saber en qué momento y en dónde están pasando los incidentes, y quién participa.

¿El golpe es un intercambio privado de agresiones entre tu hijo y otro niño? ¿El niño agresor es más grande que tu hijo? ¿Hay otros niños involucrados a quienes también se les pega? ¿Quién ve los golpes?

Es importante averiguar si es una situación personal entre dos niños, o si hay un ambiente de bullying, donde un agresor y su público están abusando de un solo víctima.

2. Pregunta.

¿Qué pasó antes de los golpes? ¿Qué hizo tu hijo después? Estas preguntas se hacen con mucha tranquilidad: no estás buscando culpas. Solamente quieres conocer todo el entorno.

Es importante ayudar a tu hijo a identificar sus propios sentimientos. “¿Cómo te hace sentir?” puede ser una pregunta con respuesta muy obvia, pero necesitas ayudar a tu hijo a encontrar palabras adecuadas para analizar sus circunstancias.

“Me siento triste.” “Estoy muy enojado.” “Me siento humillado.”

Poder articular lo que te pasa es el primer paso en ser asertivo.

3. Pide soluciones.

En vez de meterte de lleno y decir, “Pues, pártele la cara a este hijo de toda su madre,” cálmate y pregunta a tu hijo, “Y qué crees que puedes hacer?”

A lo mejor te sorprende su respuesta.

Ayúdale a encontrar dos o tres opciones viables. Por ejemplo, puede retirarse, decirle a la maestra o regresar el golpe en el momento.

5. Ensaya opciones.

En una situación donde alguien repetidamente recibe agresiones, lo peor no son los golpes, sino la falta de poder que somete y atrapa a la víctima en un círculo vicioso de intimidación.

Dentro del ambiente seguro de la casa, puedes dar a tu hijo el espacio para pensar y practicar soluciones que le devolverán el control de su situación.

Por ejemplo, tú puedes tomar el papel del agresor y fingir que vas a pegar a tu hijo. “Te voy a pegar,” le dices. “¿Qué vas a hacer?”

Te puede gritar fuerte, o estirar el brazo con la mano extendida para decir, ¡Alto! Te puede decir con firmeza, “ A MI no me pegas, fíjate.” Puede denunciar al agresor y pedir ayuda a alguien más. O te puede dar un trancazo (fingido).

El chiste es dejarlo experimentar y practicar con varias respuestas hasta que se sienta cómodo con alguno.

6. Promueve la comunicación verbal.

Antes de llegar a los golpes, hay que tratar de hablar. Por eso, ayuda a tu hijo a poner sus límites usando palabras. Por ejemplo, puede decir, firmemente, en voz alta: “No me pegues. No me gusta. Me duele.”

O también, “Si me vuelves a pegar, te voy a acusar con la maestra.”
Enseña a tu hijo a hablar de sus propias emociones en vez de etiquetar a los demás.

Por ejemplo, decir “cuando me pegas, me siento muy enojado” es mejor que decir, “niño grosero pegalón”.

Dar la cualidad de una etiqueta a alguien le da poder, porque le estás concediendo esta característica como algo esencial y no como una forma de conducta que se puede cambiar.

Si tu hijo llega a ver a su acosador como alguien malvado y amenazador, será difícil sobreponerse a esta impresión. Su relación con esta persona siempre se basará en el miedo y la intimidación.

Por otro lado, si tú le ayudas a tu hijo a enfrentar al otro niño y vencer su miedo, podrá ver que es un niño igual que él, con una conducta inaceptable pero sin la ventaja de ser un monstruo. Las conductas se pueden cambiar.

7. Acude con la autoridad.

Mientras que tú en casa sigas el proceso de apoyar a tu hijo, habla con las autoridades escolares para que ellos tomen cartas para supervisar la situación en la escuela.

Cuando el problema es entre dos niños de la misma edad, muchas veces lo pueden resolver con un poco de ayuda. Sin embargo, si hay un desequilibrio de tamaño o fuerza, es absolutamente necesaria la intervención adulta para prevenir el bullying.

Es vital que los adultos mantengan los ojos bien abiertos para evitar situaciones peligrosas que puedan salir de control.

8. Confía en tu hijo.


Dale tu voto de confianza, haciéndolo sentir fuerte. Déjalo saber que tendrá siempre tu apoyo incondicional, y que él decide cómo quiere resolver su problema, ya sea con palabras, con ayuda de la autoridad, o con golpes.

Tú no le digas, “¡Pega!” o “¡No pegues!” El hecho de pegar para defenderse no lo hace un niño violento, y el hecho de no pegar no quiere decir que es un débil que se deje de todos.

El proceso de buscar su propia solución con tu apoyo fortalece su auto estima y su habilidad de enfrentar retos.

Un niño fuerte que se enfrente a su agresor pronto dejará de ser el marco de agresiones.

Margaret McGavin