jueves, 30 de mayo de 2013

¡¡Puedo conseguirlo!!

¿Qué es la voluntad? ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a construirla? ¿Está relacionada con la inteligencia?. En el largo camino que deben recorrer padres e hijos, la voluntad entabla un diálogo, a veces de sordos, entre autonomía incipiente y dependencia necesaria. Su mayor o menor comprensión dependerá, en gran medida, de la capacidad de escucha del adulto y de las oportunidades de construcción de la propia voluntad que el niño tenga en sus primeros años.

"La voluntad no es una facilidad sino la misma inteligencia que se aplica a dirigir la acción para salir bien del paso". El misterio de la voluntad perdida J. A. Marina
A todos los padres nos gusta tener hijos voluntariosos y esforzados. Constantes en lo que emprenden y siempre dispuestos a aplicarse en sus objetivos hasta lograrlos. Aunque deberíamos plantearnos si dedicamos el suficiente esfuerzo a construir en ellos la tan preciada voluntad.
El niño pequeño es un perseverante nato. Él puede repetir y repetir un nuevo aprendizaje tantas veces como sea necesario para su adquisición. De hecho, esa es una de las características principales de todo niño en sus primeros años de vida: repetir y repetir acciones aparentemente sin sentido. Con ello logra dominar nuevas habilidades, adaptándose y respondiendo al mundo que le rodea. Pero esta conducta apenas está dirigida por la voluntad. Es, como dijo la gran pedagoga María Montessori: la misma fuerza creadora que dirige su desarrollo la que vez tras vez permite y alienta la repetición en el niño de corta edad
Durante sus tres primeros años de vida, el niño expresa necesidades que deben ser satisfechas desde el exterior. A partir de los dos años es cuando el niño empieza a mostrar conductas que demuestran una incipiente conciencia de sí mismo. Es a partir de entonces que podemos empezar a hablar de construcción de la voluntad dado que el niño comienza a descubrir su individualidad. Y es con el individuo que surge la necesidad de una voluntad que dirija la conducta.
Nos encontramos entonces con un niño que ha descubierto el "no" como respuesta. Es el período de la "guerra de la cuchara" donde nuestro hijo manifiesta su incipiente personalidad a cualquier precio.

En este proceso constructivo que el niño realiza en interacción con su medio familiar y social, el lenguaje es el vehículo que permite a la madre conducir la conducta desde una dependencia completa a los dictados del adulto a una autonomía imprescindible para el crecimiento.La voluntad del niño se encuentra aún en la etapa de la heteronomía (cuando la voluntad está determinada por algo exterior a ella misma) y debe ser conducida a lo largo de la primera infancia hacia una autonomía que le permita aplicar su inteligencia a lograr lo mejor para sí mismo en todas las circunstancias.
Pero entre los 3 y los 6 años nos encontramos ante un niño que todavía se mueve por esa fuerza inherente que le lleva a la experimentación continua, sin criterios de seguridad o conveniencia, y la necesidad de desarrollar conductas inhibitorias de su propio comportamiento que le permitan renunciar a aquellas actividades que, por medio del aprendizaje, empieza a discriminar como impropias o no convenientes. Y es en este juego de fuerzas internas vitales e inteligentes, que el niño se debate en estos primeros años.

Aprender a hablar le ofrece las herramientas necesarias para que pueda darse el diálogo interno imprescindible para la puesta en marcha de la voluntad. Ese lenguaje, primero usado por los padres y personas que intervienenen su crianza, es el que durante meses ha estado dirigiendo su conducta desde el exterior y que debe ir siendo interiorizado hasta formar parte de su ser ya entrando en los 6 o 7 años.
¿Qué podemos hacer los padres para facilitar esta imprescindible construcción de la voluntad en nuestro hijo pequeño?:
  • Propiciar el juego simbólico con muñecas, disfraces, cochecitos, animales, etc. … Por medio de estos juegos, nuestro hijo podrá ser el papá que le dice al niño: "tienes que lavarte las manos para ir a almorzar", reproduciendo, viviendo a través del juego y, por lo tanto, asumiendo, su propia situación de voluntad heterónoma. Podrá ser también el niño que decide (acto de la voluntad autónoma) ir a lavarse las manos porque es la hora de almorzar. Recordemos que para el niño pequeño, no hay todavía diferencia entre la realidad y la ficción y que las experiencias a través del juego le permiten integrar y comprender las reglas del mundo que está empezando a comprender.
  • Tener paciencia y respetar el desarrollo de nuestro hijo sabiendo que ninguna etapa es eterna. La crisis de oposición que acontece alrededor de los dos años puede ser complicada para los padres, pero para el desarrollo posterior del niño es totalmente imprescindible. Aprendamos a escuchar realmente a nuestros hijos. Evitemos dejarnos llevar por la presión del momento, el exceso de trabajo o la falta de tiempo. Ellos a menudo tienen un ritmo muy distinto del que nosotros llevamos o debemos llevar. Demos espacio al aprendizaje y pensemos que el fracaso lleva a una nueva oportunidad de triunfo si estamos atentos, somos optimistas y estamos al lado de nuestros hijos para ayudar.
  • Estimular un lenguaje comprensivo y abierto, que tenga el diálogo como principio de convivencia. Recordemos que la autoridad y el autoritarismo son cosas muy distintas (ver artículo "Cómo ejercer una autoridad positiva"). Si imponemos siempre nuestra voluntad sobre la del niño retrasaremos o anularemos la aparición de la propia regulación de la conducta.
  • Ayudar al niño a construir el diálogo interno que le va a permitir desarrollar conductas de control de los impulsos, conductas todas ellas imprescindibles para la construcción de la voluntad. En los primeros años es el adulto quien los regula mediante la educación, posteriormente deberá el niño progresivamente asumir el propio control. Como dijo Vigotsky: " El lenguaje, además de permitir al sujeto construir el mundo, le permite tomar posesión de sí mismo". Hablemos con él de las experiencias vividas, de las decisiones tomadas, de cómo se sintió en una situación dada, de cómo se sienten otros niños en situaciones que él conozca… De manera que tenga muchas oportunidades de apreciar que él puede decidir o no hacer cosas mediante el diálogo consigo mismo y que sus actos tienen consecuencias que le afectan a él y a otros.
  • Establezcamos rutinas diarias claras para las actividades cotidianas.A través de ellas será posible ayudar a nuestro hijo a construir su voluntad al tener que asumir como propias decisiones que son buenas para él y para la familia. De estas rutinas derivarán los hábitos, imprescindibles para la consecución del control sobre sí mismo.
  • Ayudemos a nuestro hijo a lograr el éxito en los objetivos que se propone, ya sea lograr subir y lanzarse solito sobre el tobogán o calzarse sus zapatos por primera vez. El camino hacia la independencia es largo y arduo, y los padres debemos estar junto a nuestro hijo ayudándole a alcanzar esos primeros hitos que le permitirán confiar en sí mismo y plantearse nuevos retos cada vez más difíciles. "No es porque las cosas sean difíciles que no nos atrevemos; es porque no nos atrevemos, que ellas se hacen difíciles" (Séneca)
  • Cuidemos de que nuestros hijos controlen sus deseos evitando que los deseos les controlen a ellos. Saber esperar las recompensas y los premios es uno de los ejercicios de la voluntad y de la regulación de la propia conducta más necesarios para el éxito personal en la vida adulta. Y aunque nos sea difícil todavía imaginarnos a nuestro pequeño de cuatro años preparándose para el ingreso a la universidad o dispuesto a trabajar incluso fines de semana para poder ahorrar algo de dinero, ese tiempo llegará y su fuerza de voluntad dependerá, en gran medida, de la cantidad de oportunidades que haya tenido durante su larga infancia de ponerla a prueba.
  • Evitemos darle a nuestro hijo todo hecho. Permitámosle decidir, equivocarse, resolver, probar, tantear siempre que la situación lo permita. Es en esas situaciones en las que él deberá tomar sus propias decisiones (por simples que parezcan) y asumir las consecuencias. ¿Cómo sino podrá tomar sobre sí la responsabilidad de sus propios actos?. Debe empezar por cosas simples como comer solito la sopa o ponerse los calcetines (aunque tarde el triple de lo que tardaríamos nosotros si lo hiciéramos). Eduquémosle en el esfuerzo y en la perseverancia.
Para finalizar, permítanme que les narre este pequeño cuento que sintetiza con claridad meridiana lo que la voluntad supone:
"Dos ranas saltaron dentro de un cubo de nata en una lechera:- Más vale que nos demos por vencidas- croó una de ellas mientras se esforzaba en vano por salir - estamos perdidas.
- Sigue nadando- dijo la otra -, saldremos de alguna manera.
- Es inútil - chilló la primera. Es demasiado espeso para nadar, demasiado blando para salir, demasiado resbaladizo para arrastrarse. Como de todas maneras hemos de morir algún día, mejor que sea esta noche. Así que dejó de nadar y pereció ahogada.
- Su amiga siguió nadando y nadando sin rendirse. Y al amanecer, se encontró sobre un bloque de mantequilla que ella misma había batido. Y allí estaba, sonriendo, comiéndose las moscas que acudían en bandadas de todas las direcciones". (P. Yoganada)


Carmen Herrera García
Profesora de Educación Infantil y Primaria

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